La envidia, que deriva del latín in=en y video=ver (mirar con celos), es una tristeza que se siente ante un bien, progreso o suerte ajenas, o una alegría culpable por el mal del prójimo. Este pecado capital, cuyo animal-símbolo es la serpiente, es un gran pecado porque se opone en forma directa al amor al prójimo y hace, al que es esclavo de ella, semejante al demonio, porque por la envidia de Satanás entró el pecado en el mundo y por esa misma envidia busca ahora los medios para hacernos daño.
Es un suplicio y un tormento continuo. Roe y devora el corazón del que tiene la desgracia de darle abrigo.
De él se deriva un gran número de pecados: las sospechas injustas, las calumnias, las maledicencias, las discordias, el odio y hasta el homicidio.
Opuesta a la envidia encontramos la virtud, de la caridad fraterna, la cual nos hace tomar parte de las penas y alegrías ajenas como si fueran propias. La envidia se remedia con recordar que todos somos hermanos de Jesucristo, orando por aquellos a quienes se envidia haciéndoles bien y aplicándonos a practicar la humildad en todo.
José fue vendido por sus hermanos. Envidiosos de sus virtudes le echaron un día en una cisterna, con intención de dejarle perecer. Pensándolo mejor, lo sacaron y lo vendieron a unos mercaderes israelitas que lo llevaron a Egipto. El resto de la historia se encuentra en Génesis 37.
"Los trofeos de Milcíades me impiden dormir" fue dicho en su juventud por Temístocles, un militar ateniense ambicioso y apasionado por la gloria de la que no podía oír hablar, sin envidiar las proezas de Milcíades. Como general futuro entreveía algo superior a la derrota de los bárbaros en los campos de Maratón. Esos pensamientos lo trastornaban sin cesar y cuando sus amigos le preguntaban los motivos de sus preocupaciones y de su alejamiento de los placeres, contestaba de esa manera. Cuando Milcíades derrotó a los persas en Maratón (490 a de J.C.), Temístocles no pudo dormir por una semana.
Milcíades, acusado después de traición y de querer usurpar el poder real, fue encerrado en un calabozo en el que murió al poco tiempo a consecuencia de las heridas recibidas en el sitio de Paros (490 a de J.C.). Temístocles tuvo que esperar 10 años para igualar a Milcíades. Derrotó a los persas en la batalla naval de Salamina (480 a de J.C.) salvando la independencia de Grecia. A su vez, desterrado y amenazado de muerte, se refugió en la corte del persa Artajerjes, quien le dispensó su favor y lo trató espléndidamente; pero como no podía admitir semejantes beneficios sino a cambio de una traición a su patria se dice que se envenenó para evitarlo (449 a de J.C.)
Así son las cosas en este mundo. Dejando de lado el final de estos héroes, cabe pensar que gracias a un gran envidioso se salvó Grecia.
Muchos pensadores nos avisan sobe la envidia. Como Cervantes en el Don Quijote nos dice: "Donde reina la envidia, no puede vivir la virtud, ni donde hay escasez, la liberalidad" Mas irónico, José Hernández, en el Martín Fierro, establece: "A naides tengas envidia, /es muy triste el envidiar, / cuando veas a otro ganar, / a estorbarlo no te metas, / cada lechón en su teta/ es el modo de mamar"
"Si no puedo tener un poquito de algo -afirma Wilhem Bush- enseguida hay alguien que se siente despechado". Todavía en El Quijote, Cervantes, agrega "¡Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes! Todos los vicios Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo, pero el de la envidia no tal, sino disgusto, rencores y rabias" En Epistolario de G. Giusti encontramos: "En el mundo hay gentes que incapaces de elevarse una pulgada, miran de alzarse sobre la ruina de los demás" Y aclara más adelante: "La envidia es la pasión más mala, más tormentosa, más vergonzosa que puede contaminar al corazón del hombre. El envidioso, sintiéndose torpe y mezquino frente a los demás, e inepto al mismo tiempo para quitarse de encima la torpeza y la mezquindad, vive una guerra y en angustia continua consigo mismo y con los demás". Horacio, en Epístolas, asegura que: "Ningún tirano de Sicilia inventó un suplicio peor que la envidia" Sin embargo encontramos a algunos que aminoran este vicio, como Donde Toi: "La envidia es lo que más se parece al amor, ser envidiado es casi ser amado" En Los Caracteres, La Bruyere considera que "El que dice no ser feliz, podría al menos participar de la felicidad de los amigos y del prójimo, pero la envidia le quita este último consuelo" En el Tartufo de Moliere encontramos: "Los envidiosos podrán morir, pero la envidia nunca." En Himno a las Víboras, Salvador Rueda considera: "Sin la envidia que lo azote, no consigue el genio fama."
Y Saavedra Fajardo en Idea de un Príncipe Político Cristiano: "Cuanto más presto se subiere al lugar más alto, tanto menor será la envidia"
"Contentémonos con los nuestro -afirma Séneca en De Ira- sin hacer comparaciones: nunca será feliz aquel a quien atormente el que es más feliz que él." En Salomón (Proverbios) encontramos: "No envidies al hombre injusto ni escojas ninguno de sus caminos"; "No tengas envidia de los hombres malos, ni desees estar con ellos porque su corazón piensa en robar e iniquidad hablan sus labios"; "El corazón apacible es vida de la carne, mas la envidia es carcoma de los huesos"
En cuanto a disfrazarse, don Jacinto Benavente afirmaba "Es tan fea la envidia que siempre anda por el mundo disfrazada y nunca más odiosa que cuando pretende disfrazarse de Justicia". Graciosamente Francisco de Quevedo y Villegas sostiene que "La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come" y Rochefoucauld nos dice, comparando los celos con la envidia, que "los celos son, en cierto modo, razonables y justos, puesto que sólo tienden a conservar un bien que nos pertenece o que creemos nos pertenece, en tanto que la envidia es un furor que no puede soportar el bien ajeno"
"En cuanto el hombre abandona la envidia -afirma E. W. Stevens- empieza a prepararse para entrar en el camino de la dicha" y Schopenhauer es categórico considerando la naturaleza del ser humano "Nadie es realmente digno de envidia".
A esta altura de la nota, más de un lector se preguntará ¿Y dónde están los refranes sobre la envidia?
Bueno aquí empezamos con un proverbio español (¡olé!) "Más te debes guardar de la envidia de un amigo, que de la emboscada de un enemigo". Y luego uno árabe: "Castiga a los que tienen envidia, haciéndoles bien." Y ahora la retahíla de refranes:
"La envidia corrosiva del corazón, es confesión secreta de nuestro personal fracaso"
"Donde fuiste paje no seas escudero". Porque deben evitarse los motivos de envidia que causan a los que han sido tus compañeros, el hecho de que asciendas a clases más honorífica.
"El caudal de tu enemigo, en dinero lo veas". Este se dice por supuesto de los envidiosos del bien ajeno.
"El envidioso es de mala condición, que por dañar a otro quiere su perdición".
"El que no es envidiado es porque no es afortunado"
"Haz bien y tendrás envidiosos, haz más bien y los confundirás"
"El mejor medio de hacer callar a la envidia es añadir favores a favores"
"La envidia no muere jamás"
"La gallina de mi vecina, más huevos pone que la mía o más gorda está que la mía". Refrán que reprende a los envidiosos que siempre tienen por mejor lo que otros tienen.
"Mejor es envidia que mancilla".
Creemos que todos estos son suficientes y nos hacen comprender que el antídoto para la envida es tener presente siempre las enseñanzas de Jesucristo: "Amaos los unos a los otros" "Amad al prójimo más que a vosotros mismos"
Y mientras concurren a una fiesta para murmurar sobre cómo están vestidos los demás, recuerden:
"Praestat invidos Hbere quam misericordiam" Ø