Recientemente, una fundación privada en Buenos Aires logró, a través del diputado del Frente de Todos Leandro Santoro, presentar un proyecto para crear un “Museo del Tango” en el histórico edificio Palais de Glace, del barrio de Recoleta, hoy perteneciente al gobierno nacional.
La fundación, dueña de una colección de discos y reliquias que en su momento pertenecieron al recordado coleccionista de memorabilia tanguera Ángel Olivieri, ofreció donarlos al museo si este sueño se convierte en realidad. Todo suena muy lindo, pero ¿en qué contexto se mueven estos planes? De eso se trata esta nota.
Durante sus primeros cincuenta años de vida, el tango era sencillamente un tipo de música popular de mucho éxito comercial, primero en las dos orillas del Río de la Plata, y pronto -especialmente el tipo de baile asociado con ella- en algunos países culturalmente importantes del mundo, como Francia, España, y Estados Unidos. Como tantas otras músicas, cuando nace el rock and roll en los años cincuenta, el tango entra en una etapa de interés decreciente, aun para los habitantes de Buenos Aires. Pero claro, no todos los porteños eran iguales. El tango siempre tuvo sus grandes fans, sus historiadores y coleccionistas. Por ejemplo, Ángel Olivieri. Este señor, un tornero del barrio de Agronomía, seguía amando al tango y coleccionaba los discos originales, las fotos, y otros materiales de protagonistas como Carlos Gardel o Agustín Magaldi. A través de los años, hasta había logrado conseguir algunas pertenencias de figuras importantes, tal como una libreta y un reloj de oro que habían pertenecido a Gardel.
Ya entrados los años setenta, decía estar dispuesto a donar su colección si alguien se comprometía con un museo nacional del tango. La historia dice que no hubo acuerdo con ente oficial alguno, y el coleccionista murió en el 2008 sin haber logrado su objetivo. La valiosa colección fue vendida por los herederos a la fundación privada que durante veinte años mantuvo un bajo perfil, pero ahora parece buscar un arreglo similar al que pretendía Olivieri. ¿Tendrán más éxito hoy?
Muchos intentos, muchos fracasos
Respaldado en su interesante colección, Ángel Olivieri hablaba de un museo del tango, pero no era el único con ese sueño. Algunos proyectos de museo existieron, aunque abortaron antes de la inauguración. Por lo menos dos proyectos de abrir un museo del tango llegaron a inaugurarse, para ser desmantelados solo meses después. En los años sesenta, el señor Zaraik Navarro, con el apoyo de la Casa del Teatro y el Círculo de Periodistas, había logrado fundar un museo del tango en la emblemática esquina porteña de Corrientes y Esmeralda. Esa experiencia privada duró poco tiempo y hoy muy pocos la recuerdan. En el año 2000, se fundó el Museo Vivo del Tango, en Piedras 722. Tampoco pudo sobrevivir más que algunos meses. Llegamos al 2022 y lo más cercano a un museo de tango que hay en Buenos Aires son algunas salas mantenidas por la Academia Nacional del Tango, un ente oficial creado en 1990 por decreto del entonces presidente Carlos Menem. La Academia está situada en el mismo edificio de Avenida de Mayo donde se encuentra el Café Tortoni. La academia cumple varias funciones, y entre ellas tiene algunas habitaciones dedicadas a exhibir objetos relacionados con el tango.
Existen algunas constantes en todo este tema. Los coleccionistas privados como Olivieri tuvieron dinero para comprar reliquias, pero no para asociarse con el objetivo de financiar alguna institución propia. A diferencia de lo que sucede en otros países, nunca aparecieron fondos importantes como donación de las empresas. En Argentina, antes y hoy, siempre se buscó el apoyo del Estado como elemento central, y éste, por diversos motivos, ha demostrado muy poco interés en el tema de un museo del tango. Las universidades argentinas tampoco mostraron interés. Algunos gobiernos de la Ciudad de Buenos Aires pensaron en cierto momento en esto como manera de atraer al turismo, pero algo vieron cuando analizaron los números que los desanimó. ¿Qué podría ser?
La popularidad del tango
La verdad inconveniente de este tema, algo clave, es que si bien es cierto que el tango es muy popular en todo el mundo, es el baile, y no tanto su música, la verdadera base de su popularidad. Existe algún interés por la trayectoria de artistas de fama internacional como Carlos Gardel y Astor Piazzolla, pero ese interés no se traduce a otros intérpretes o a un estudio profundo del fenómeno del tango.
Cierta pobreza promocional y de relaciones públicas en la Academia Nacional del Tango y otras instituciones relacionadas con el tango es la otra característica del problema. El resultado es que los pocos espacios que existen en la ciudad de Buenos Aires destinados al legado del tango, tales como salas en SADAIC, la Casa del Teatro, y la Academia Nacional del Tango, reciben un número de visitas relativamente bajo que no recomienda inversiones o proyectos nuevos como el que se acaba de presentar.
En definitiva, aquí tenemos un caso en que la siempre complicada situación nacional, unida a deficiencias del sector privado, la falta de seguridad, y el poco interés del Estado, terminan siendo una combinación poderosa que atenta en contra del éxito de un museo del tango en Buenos Aires. Pero nadie dice que, con otra actitud, las cosas no pueden ser distintas.
Esperamos que los protagonistas de este nuevo intento estén conscientes de ciertas realidades, y puedan superar los obstáculos. ¤