La oportunidad había llegado
A principios del 1800 dos imperios combatían en Europa: Inglaterra y Francia. Napoleón, al frente de los ejércitos franceses, dominaba casi toda Europa.
El rey de España era Carlos IV, quien había encargado el gobierno a Manuel Godoy. Al rey sólo le interesaba divertirse en las fiestas de la corona española. En 1803 Godoy firmó un tratado secreto con Napoleón. Por el mismo España se comprometía a pagar una fortuna, todos los meses, para evitar que Francia la invadiera. Napoleón usó el dinero para equipar su ejército y conquistar otros países. Inglaterra enterada de esto, decidió difundir la noticia entre el pueblo español. Avergonzado de su rey, el pueblo comenzó a buscar un gobernante que hiciera respetar los derechos de España. Se pensó que Fernando, heredero del trono, sería el más indicado. Lo imaginaban un rey justo, prudente y valiente, y esperaban tanto de él, que comenzaron a llamarlo, “Fernando el deseado.”
En 1807 Manuel Godoy autorizó a Napoleón a cruzar el territorio español para atacar a Portugal. Claro, era de imaginar lo que sucedería: los franceses conquistaron Portugal pero ya no se retiraron de España. El pueblo español, no aguantó más y el 17 de marzo de 1808 estalló una revolución en Aranjuez. Se destituyó al rey Carlos IV y se nombró nuevo monarca a Fernando VII. Napoleón decidió usar la diplomacia. Realizó una entrevista con Carlos y Fernando y, aduciendo que la renuncia de Carlos no era válida
porque había sido forzada, le restituyó el mando. Carlos IV muy agradecido, entregó el mando al hermano de Napoleón, José Bonaparte (apodado Pepe Botella por los españoles). Este sería el nuevo rey de España, que así resultaba conquistada sin haber tenido la oportunidad de pelear. Fernando VII se quedó en Francia y el pueblo español, creyéndolo prisionero, decidió luchar por su libertad. Muchos nobles y muchísimos funcionarios de la corona española no opusieron resistencia a José I, pero el pueblo sí. Entonces comenzó la guerra contra el poderoso ejército francés. Dado que no reconocían como rey a José Bonaparte, las autoridades de cada ciudad se hicieron cargo del gobierno y, para ejercerlo, se reunieron en Juntas.
Hacía ya 100 años que los estudiosos del derecho español enseñaban en las universidades de España y de América, que cada ciudad o comunidad tiene derecho a gobernarse y a elegir la autoridad que ejerza el gobierno. Si desaparecen quienes gobiernan, la autoridad vuelve al pueblo, que debe volver a decidir quien lo gobernará. Este razonamiento, que originó las Juntas españolas, es el mismo que se escuchará en el Río de la Plata.
En España todas las Juntas se reunieron en una Junta central, que residía en Sevilla. Las fuerzas de Napoleón avanzaron hacia el Sur y finalmente tomaron la ciudad de Sevilla y disolvieron su Junta. Los españoles intentaron reorganizarla en Cádiz pero serían totalmente derrotados.
El 13 de mayo de 1810 arriba a Montevideo la fragata inglesa "John Parish Robertson" trayendo la siguiente noticia: La Junta Central de Sevilla, que había nombrado al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, había sido disuelta; ya no había autoridades españolas.
Este hecho fue propicio para que los patriotas, de acuerdo a las enseñanzas recibidas, ejercieran el derecho de gobernarse por si mismos, poniendo fin al dominio español. Ø