Desde hace meses el mundo se encuentra alterado por las amenazas verbales proferidas entre el presidente de los Estados Unidos Donald Trump y la máxima autoridad de Corea del Norte, el dictador todopoderoso Kim-Jong Un. La preocupación tiene su razón: los dos países poseen bombas atómicas.
Aunque el poderío militar y económico de los Estados Unidos es indiscutible, único, sin parangón, la preocupación en todo el planeta es razonable, puesto que, a pesar de su inferioridad, Corea del Norte posee bombas atómicas de gran poder y es capaz de trasladarlas a gran distancia montadas sobre las cabezas de misiles de largo alcance.
Solo el tiempo dirá en qué desemboca este conflicto de alta intensidad verbal. Ojalá que se mantenga en estos términos, porque de provocarse una escalada militar, ésta podría alcanzar proporciones apocalípticas para todo el territorio de Corea del Norte, de Corea del Sur y eventualmente para varias ciudades y regiones de los Estados Unidos.
“En el caso de un eventual e imaginario conflicto bélico entre la Argentina y Venezuela las cosas serían totalmente diferentes. En este ficticio escenario militar habría un solo perdedor absoluto: Argentina”
Una situación similar de pirotecnia verbal se da entre Mauricio Macri, presidente de la Argentina, y su par venezolano, Nicolás Maduro . Ambos se agreden en todo momento que les es posible. En este último caso, afortunadamente, hasta ahora solo se reduce a términos ideológicos relacionados con los proyectos económicos, políticos y culturales que se aplican en cada uno de esos países. Se dicen de todo, pero en términos de sus propias cosmovisiones.
La gran pregunta es: ¿Qué sucedería si esta escalada verbal de creencias económico-políticas y relacionadas a la libertad de expresión, de prensa y de derechos humanos derivaran hacia un conflicto verbal de amenazas de agresión militar, parecido al que llevan a cabo Trump y Kim-Jong Un?
Como en el terreno de las suposiciones y ucronías* todo es posible, sería interesante evaluar lo que podría pasar. En principio, las asimetrías del poder militar entre ambos países también resultan abismales, mayores de lo que podría esperarse a primera vista, aunque la brecha que separa la capacidad de combate entre Argentina y Venezuela no tiene nada de parecida a la que existe entre Norcorea y los Estados Unidos, porque ninguno de los dos países hermanos tiene capacidad nuclear.
Si bien el país más poderoso del mundo puede, literalmente, borrar del mapa al régimen de Pyongyang y a todos sus habitantes en cuestión de horas, su acción militar quizás no quedaría impune, porque mientras se lleva a cabo esa tarea de destrucción a la edad de piedra los norcoreanos podrían disparar misiles con bombas atómicas y destruir importantes blancos del territorio de Estados Unidos. O en última instancia hasta tendrían la capacidad de transportarlas en aviones, buques o por tierra a través de México o Canadá. En este caso, ni siquiera el poder de los Estados Unidos le permitiría quedar libre de represalias nucleares.
En el caso de un eventual e imaginario conflicto bélico entre la Argentina y Venezuela las cosas serían totalmente diferentes. En este ficticio escenario militar habría un solo perdedor absoluto: Argentina, dado que nuestro país es incapaz de repeler un ataque militar. Ninguno. De cualquier tipo y de cualquier lugar que provenga. La capacidad militar argentina no existe. Es nada. Cero.
A diferencia de la Argentina, el estado caribeño cuenta con avanzados aviones rusos y norteamericanos. Hasta donde se sabe, la Aviación Militar Bolivariana posee casi dos docenas de cazas bombarderos Sukhoi Su-30 y posiblemente varios más. Estos son aviones de combate bimotores, biplazas, desarrollados por la compañía rusa Sukhoi que pueden volar en cualquier tipo de clima para misiones aire-aire y de bombardeos de largo alcance. Los Sukhoi Su-30 son aviones muy similares a los F-15E “Strike Eagle” estadounidenses.
Además de los aviones de fabricación rusa, los venezolanos cuentan con doce aviones de guerra F-16 “Fighting Falcon” que son cazas polivalentes desarrollados por la compañía estadounidense General Dynamics en la década de 1970. Estos, aunque originalmente fueron diseñados como cazas ligeros, evolucionaron hasta convertirse en extraordinarios cazabombarderos que también pueden volar en cualquier tipo de clima.
Es patético, pero la Argentina no tiene aviones capaces de contener a los aviones venezolanos. Ni uno solo. Por lo tanto, en términos militares, podría decirse, sin exagerar demasiado, que la Argentina existe porque Nicolás Maduro la deja vivir. Si el presidente venezolano deseara atacar al país del tango, la birome y el dulce de leche, lo podría hacer sin encontrar ninguna resistencia. Le bastaría enviar a su flota de aviones, en una sola incursión, para dañarla mortalmente.
Un simple ataque aéreo venezolano a las centrales nucleares de Atucha I y II (a 100 km de la ciudad de Buenos Aires) y Embalse (a 121 km de la ciudad de Córdoba) provocarían una migración de millones de personas que escaparían en el medio del caos de la radiación atómica. Si simultáneamente los aviones venezolanos atacaran las represas de Salto Grande y Yaciretá, la Argentina quedaría sumida en el caos total, sin luz, e inundada.
Sobre los efectos de la contaminación nuclear convendría recordar como quedaron “las zonas de la muerte” que rodean a Chernobyl y Fukushima. Y respecto a los desastres por destrucción de presas, habría que recordadar la operación “Chastise”, el ataque aéreo llevado a cabo por los aliados a la cuenca de Ruhr durante la Segunda Guerra Mundial. La destrucción de las represas de Mönhe, Eder y Sörpe causó una gran devastación del territorio de la Alemania nazi con daños irreparables y decenas de miles de muertes.
Si además la operación aérea venezolana se dedicara a destruir las ciudades de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, el país quedaría acéfalo, porque una de las consecuencias del subdesarrollo crónico de la Argentina es que el país funciona gracias a lo que sucede en esas tres ciudades, principalmente en Buenos Aires. El resto de las provincias tienen mucha menos influencia, y muchas son feudos medioevales donde el progreso nunca llegó.
“La Argentina piensa seriamente “alquilar aviones” para la defensa de los líderes mundiales que se reunirán en la ciudad de Buenos Aires durante la cumbre del G-20”
¿Esta ucronía es una exageración? Seguramente. Aunque los datos de la realidad a veces son mucho más chocantes y desalentadores de lo que se puede suponer.
Una nota aparecida en el diario Clarín del 27 de agosto de 2017 lo demuestra palmariamente desde el mismo título: “Evalúan alquilar cazas F-5 a Brasil para la defensa aérea durante la cumbre del G-20”. Y el principio del texto es lapidario: “La Fuerza Aérea Argentina no se quiere quedar atrás en el operativo de seguridad en los cielos cuando se realice en 2018 la cumbre del G-20 en Buenos Aires. Sin contar desde diciembre de 2015 con aviones supersónicos capaces de interceptar vuelos hostiles, la fragilidad de la defensa aérea del país quedará expuesta una vez más en esa reunión de jefes de Estado y de gobierno de países ricos y emergentes. ¿Una alternativa? En las últimas semanas, la Fuerza Aérea empezó a evaluar la posibilidad de alquilarle a su par brasileña aviones F-5 interceptores para cumplir con esa misión”.
Estas son realidades que atormentan. La Argentina piensa seriamente alquilar aviones para la defensa de los líderes mundiales que se reunirán en la ciudad de Buenos Aires durante la cumbre del G-20. Una vez que las deliberaciones terminen, el país deberá devolverlos y seguirá existiendo gracias a la buena voluntad del resto de los países. Y del presidente venezolano.
Por todo esto, sería más que conveniente no hacer enojar al presidente Nicolás Maduro. Hay que tratarlo bien, adularlo, y para asegurar que nunca ataque a la Argentina de tanto en tanto cantarle:
¡Maduro, Maduro, qué grande sos!
¡Colacho, cuánto valés!
Maduro, Maduro, gran conductor,
Sos el primer trabajador.
* Ucronía. En este caso “realidad que se basa en hechos posibles pero que no han sucedido realmente” ¤