Combatiendo a una mafia que se apoderó de la Ciudad
Se los llama “manteros” porque en un principio comenzaron a vender en las veredas y aceras de las principales calles y avenidas de la Ciudad de Buenos Aires colocando una simple manta en el suelo. Vendían productos artesanales fabricados por los propios vendedores o artículos personales como libros usados, algunos recuerdos, juguetes de la niñez, o ropa de la familia.
Al descubrirse las siderales ganancias que dejaba la venta callejera, libre de impuestos y totalmente fuera del sistema comercial legal, esta situación cambió radicalmente. De allí que últimamente y en los lugares de mayor concentración de personas, casi la totalidad de esas pequeñas mantas sobre el suelo y productos artesanales se convirtieron en sofisticados puestos de ventas, ahora de productos manufacturados industrialmente. Estructuras metálicas fijas, paredes y techos de plástico o lonas e iluminación eléctrica reemplazaron a las primigenias mantas, y aunque parezca increíble, muchos de estos puestos directamente se convirtieron en locales ilegales, abiertos día y noche, casi los 365 días del año, a la vista de clientes, autoridades municipales, nacionales, y policías de la Federal y de la Ciudad de Buenos Aires. Los más codiciados y rentables se ubicaron estratégicamente en las proximidades de la estación de ferrocarril más importante de la ciudad: Once.
La ocupación ilegal del espacio público
Los manteros trabajaban a la vista de todo el mundo ocupando cada vez más y más espacio público con absoluta impunidad y complicidad policial. Fue tan descomunal su propagación que llegó a dificultar el paso normal de los peatones, lo que indirectamente permitió que aumentaran los pequeños hurtos, arrebatos, robos de celulares y carteras de los transeúntes.
De desocupados derivaron en comerciantes profesionales que ocuparon el espacio público a gusto y piacere. Debido a sus ventas y principalmente a las ganancias sustanciales detrás de estos puestos, se armó una aceitada infraestructura logística, corrupta y criminal.
Los primeros manteros, desocupados, desesperados, fueron expulsados de las veredas y calles peatonales céntricas violentamente por bandas explotadoras, mafiosas y traficantes de personas. Un sistema corrupto que contaba con el apoyo político, judicial y policial gracias a que facturaba cientos de millones de dólares al año y permitía coimear a diestra y siniestra.
Estas organizaciones criminales, que mueven los hilos detrás de los pobres vendedores callejeros, por supuesto no pagan impuestos. Pero esto no es lo peor. Como su voracidad no tiene límites, no solo venden mercadería ingresada de contrabando: comenzaron directamente a fabricarla ellos mismos en talleres clandestinos, infrahumanos, donde se explotan a hombres, mujeres y niños.
Vale señalar que estos son talleres “clandestinos” únicamente para las autoridades, en el sentido más amplio del término, porque tanto ellas como los vecinos de cada barrio de la ciudad saben exactamente donde se ubican estas mini fábricas donde se explotan a familias enteras. Miles de denuncias que se acumularon las últimas décadas dieron resultados positivos escasos, ya que muy pocos fueron clausurados. Solo se allanaban estas fábricas de esclavos cuando se producían incendios y muertes; particularmente, cuando morían niños y la prensa nacional e internacional daba a conocer esos hechos masivamente. Pero una vez finalizada la cobertura mediática, todo volvía a la normalidad. Las mafias trabajaban a full y las autoridades mirando para otro lado a cambio de coimas, o “retornos”.
Explotación y trata: los resultados de la corrupción
Una derivación impensada de estos talleres de explotación fue que algunas de las más famosas marcas nacionales e internacionales también empezaron a contratar sus servicios. Después de todo, si un hombre, mujer o niño era capaz de confeccionar una excelente prenda para la venta callejera, también podría coser para marcas establecidas, las más “cool”, las que se venden en costosas tiendas exclusivas de prestigio en shoppings. De esta forma, lo que comenzó siendo un “rebusque”, una opción desesperada, devino en organizaciones criminales dedicadas a la explotación y trata de personas.
A los habitantes de la ciudad de Buenos Aires solo nos quedaba observar impotentes todo este panorama, porque nadie hacía nada, hasta que, durante el mes de enero de 2017, el nuevo gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tomó el toro por las astas y logró lo que parecía imposible: desalojar a estas mafias del lugar más estratégico, el de mayores ventas, donde se habían enquistado desde hace años: el barrio de Once.
Para saber cómo se logró lo que parecía imposible entrevistamos al responsable de tamaña hazaña: Eduardo Macchiavelli, ministro de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad.
¿Cómo está la situación al día de hoy con los manteros en la ciudad?
Los manteros fueron censados. Un grupo de ellos ya comenzó la capacitación en habilidades y oficios que ofreció la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME). El curso es obligatorio, de 4 horas todos los días. Los inscriptos deben cumplir aproximadamente con el 80% de asistencia. Al finalizarlo, se les otorgará un certificado que los autoriza a ingresar al mercado laboral formal.
¿Piensan continuar desalojándolos de las calles y avenidas del resto de la ciudad?
Sí, nuestro objetivo es recuperar el espacio público para el uso de los vecinos. Queremos una ciudad con las mismas oportunidades para todos: por eso trabajamos contra la venta ilegal y el uso indebido del espacio público.
¿Cuál es el plan para evitar que vuelvan a apoderarse de la ciudad? Porque mueven millones de dólares anualmente…
Desde la ciudad se realizan los controles necesarios para que las veredas y las calles puedan ser usadas por los vecinos para transitar. En este sentido, ya comenzamos con la obra Once Peatonal, que significa recuperar y transformar la zona para que todos podamos disfrutarla.
Las organizaciones detrás de los explotados vendedores actuaron con absoluta impunidad durante años y se las puede tildar de cuasi mafiosas. ¿Por qué el gobierno tuvo éxito esta vez?
Porque nosotros abrimos el diálogo y buscamos alternativas con aquellos vendedores que estaban a favor de la competencia leal e igualitaria. Les ofrecimos espacios habilitados para que puedan vender y una capacitación para formase en temas de venta que dicta la CAME.
¿El cambio de jurisdicción de la policía tuvo algo que ver?
Sí, todos los que trabajamos en este tema queríamos una solución para la zona de Once.
Ahora que se puede transitar normalmente por las veredas, se pueden apreciar que muchas de ellas quedaron rotas. ¿Hay un plan para repararlas?
El arreglo de las veredas se encuentra dentro del Plan Once Peatonal. Esta obra transformará el barrio para que tenga más y mejor espacio público, más disfrutable, ordenado y seguro con una obra que transformará la zona entre las avenidas Pueyrredón, Corrientes, Rivadavia, Uriburu y el entorno de Plaza Miserere. Las obras incluyen la peatonalización de calles, el ensanche en las veredas, la recuperación de la Recova, la ampliación de las esquinas y la puesta en valor del Centro Comercial a Cielo Abierto de los locales comerciales ubicados sobre Av. Pueyrredón.
¿Cómo cree que esta acción ha sido recibida por los vecinos de la ciudad?
Muy bien; los ciudadanos están muy conformes por la situación actual. Los vendedores quieren seguir trabajando y les ofrecimos una solución en este sentido. Además, y lo más importante, recuperamos Once para el uso de los vecinos, que hoy pueden caminar por las veredas. Y además ya comenzamos la revalorización de la zona, un pedido que los vecinos nos hacían cada vez que visitábamos el barrio.
Es la primera vez que se logra una victoria contra la mafia de los ex manteros. Ojalá que esta batalla sea el preludio de una guerra ganada. ¤