Durante los seis días de su intensa e inolvidable gira pastoral por los Estados Unidos, el Papa Francisco simbolizó una figura de unidad ante un país dividido por diversas causas. Los discursos fueron muchos, pero cada uno fue especial; algunos temas fueron directos (como inmigración) mientras que otros fueron elaborados con tacto y moderación (vida, eutanasia).
Había que aprovechar esa ventana de atención de una audiencia poderosa y Francisco sin vueltas les pidió “la abolición de la pena de muerte, terminar con el comercio de las armas y apoyar a los inmigrantes, escuchando sus propias historias, respondiendo de una manera humanista, justa y fraternal a sus situaciones y necesidades”.
Los inmigrantes
“Los inmigrantes”, dijo el Papa, “pueden ofrecer una contribución importante cuando asuman responsablemente sus deberes ante quien los acoge, respetando el patrimonio material y espiritual del país que los hospeda, obedeciendo sus leyes y contribuyendo a sus costos”.
Con énfasis, expresó además que “Como hijo de una familia de inmigrantes, yo me siento feliz como invitado de este país, el cual fue también desarrollado por familias de inmigrantes”. El Papa demostró su agradecimiento y admiración por Estados Unidos y los principios sustentados por sus fundadores, como “la libertad religiosa y de expresión, el matrimonio y la familia tradicional y la santidad de la vida en nuestra cultura”.
Curando las heridas
El Papa Francisco percibe el mundo moderno como “un hospital de campaña después de una batalla feroz, en la que la iglesia debe estar capacitada para curar las heridas del que sufre”. En ese sentido, Francisco defiende siempre a las personas mayores y a los más vulnerables, a quienes hay que cuidar “para que no vayan a ser objeto del descarte”. Este Papa es algo angelical, transmite un profundo sentimiento de calma y paz, mostrando su genuina manera de conectarse con los niños, los enfermos, los prisioneros, y los discapacitados. Aún recordamos su admonición hacia los niños cubanos cuando les decía: “Cuiden a sus abuelitas, ellas son la memoria de nuestra vida” (¡y sí que lo somos!). El Papa Francisco habla un lenguaje que todos entienden, porque está enfocado en lo simple y cotidiano.
El Papa Francisco visitó los lugares más tradicionales de Estados Unidos, tanto por el origen del gobierno como por su cultura y economía. Se mostró encantado en Washington D.C., en Nueva York, y en Filadelfia, y a través de sus conciliatorios discursos, pudo inspirar al pueblo norteamericano a recordar que “su historia enmarcada en el 1600 por sus pioneros peregrinos afincados en Jamestown y Plymouth, ya tenía los precedentes de una presencia centenaria por parte de los exploradores y misioneros españoles, quienes fueron los portadores del idioma español y la religión católica para América”. Así, los misioneros, a través del trasplante de aquella civilización europea dejaron su impronta en 21 misiones religiosas que establecieron a lo largo de la costa de California, donde se originó la prosperidad del estado dorado y el entonces misionero franciscano Junípero Serra bautizó a la ciudad de Los Angeles como “El Pueblo de Nuestra Señora de Los Angeles”.
La Canonización de Junípero Serra
El pasado 23 de septiembre, el Papa Francisco canonizó al sacerdote español Junípero Serra en la iglesia de la Inmaculada Concepción, en Washington D.C., por su heroica misión de evangelizar y proteger los derechos de los indígenas del continente americano, dándonos así el primer santo hispano canonizado en tierra americana, como testimonio de su quehacer y a los 231 años después de su muerte.
Junípero Serra fue un fraile franciscano nacido en la isla de Mallorca (1713) y a los 36 años abandonó España y su promisoria carrera sacerdotal para convertirse en un misionero en el continente americano con el objetivo de evangelizar a los nativos, quienes nunca habían escuchado el nombre de Jesucristo, y colonizar las nuevas tierras. Para ello estableció nueve (de las 21) misiones a lo largo de la costa del Océano Pacífico, desde San Diego hasta San Francisco, aplicando su lema “siempre adelante, nunca hacia atrás”. Las misiones proveyeron el entorno institucional para la proclamación evangelizadora, donde además se les enseñaba a los indígenas los principios de la agricultura para transformar su estilo de vida nómade en comunidades agrícolas. Serra vivió para servir a esta comunidad nativa, cuidándolos, protegiéndolos y mejorando sus vidas.
Detractores de Serra
No obstante, muchos grupos descendientes de los nativos americanos han acusado a Junípero Serra se haber sido el principal instigador de la opresión en contra de sus antepasados. Lo acusan de haber capturado, esclavizado, castigado y torturado a los indígenas americanos y que el sistema de las misiones devastó su cultura tribal. Esta acusación no es nueva y las investigaciones “in situ” en la Diócesis de Monterrey, Fresno, han demostrado todo lo contrario. Junípero Serra fue reconocido como “A Servant of God”. El entonces Papa Juan Pablo II lo distinguió como Venerable (1985) y luego en 1998 lo beatificó. Serra “no puede ser acusado de genocidio. Sus nueve misiones fueron destinadas para evangelizar a los nativos americanos, no para destruirlos”, remarcó el Papa Francisco durante la ceremonia de su canonización.
De acuerdo con el profesor de historia de la Universidad de Santa Clara, Robert Senkewicz, “Junípero Serra y los frailes franciscanos estaban preocupados, ya que los conquistadores españoles y su colonialismo lograron dominar a los indígenas en una manera opresiva” y que “por esa razónm, Serra desarrolló las misiones, como un lugar seguro para convertir y proteger a los indígenas”.
Las investigaciones históricas revelan que hubo tres marcados períodos: el Misionario (1769-1821) caracterizado por la colonización y evangelización, el Mexicano (1822-1848) destacado por la secularización de las misiones convirtiéndolas en “ranchos mexicanos” y el período Norteamericano (1848 en adelante) en donde se especula que hubo “venta y compra de indígenas en la popular Placita Olvera”.
“Humildemente, yo pido perdón por los crímenes y ofensas cometidos en contra de los indígenas americanos durante el proceso de la Conquista y Colonización de América”, expresó el Papa Francisco durante la canonización de Serra.
Actualmente, hay un consenso entre historiadores, archivistas y revisionistas, que confirman que “el gran espíritu que tuvo Serra y que todas esas acusaciones carecen de fundamento” ya que fue un evangelista intrépido, un modelo de vida misionaria y no un activista del sistema colonial opresor que torturó y dio muerte a miles de indígenas. ¤