El maestro reconocido de Giotto, fue Cenni Di Pepo llamado Cimabue, a quien acompañó en su visita a Roma y a Asís, ciudades que fueron donde muy pronto Giotto realizaría sus mas importantes ensayos artísticos. Si bien Giotto fue bien pronto reconocido, su corriente representaba todavía una minoría, ya que el jefe de la Cofradía de Pintores es hacia 1295, Corso Di Buono. Hacia el final del siglo XIII , Giotto ya ha realizado en Asís la decoración de la iglesia de San Francisco, y en Roma la de la Basílica de San Juan de Letrán, hoy perdida. Con sus treinta años, en ese momento es un maestro reconocido, su taller es muy concurrido y ha alcanzado cierta prosperidad económica. Es el primero de los pintores toscanos llamados a trabajar en la Italia del Norte. Pinta así entre 1304 y 1306 en Padua los frescos de la capilla privada de los Scrovegni llamada de la Arena y otros perdidos. Mas adelante, hacia 1327, terminó las pinturas de las capillas Peruzzi y Bardi, las de la iglesia franciscana de la Santa Cruz, el políptico* franciscano y la muerte de la Virgen.
Recibe encargos en Nápoles del rey Roberto de Anjou en 1328. En 1334 es nombrado maestro mayor de las obras de la Catedral de Florencia. Comenzó los trabajos pero le sorprendió la muerte el 8 de enero de 1337.
La Adoración de los Reyes, que ilustra esta nota es uno de los frescos que decoran el interior de la Capilla de la Arena en Padua cuyo tema común es la vida y pasión de Jesucristo. Celebra Giotto aquí uno de los hechos mas gozosos del Cristianismo, episodio central de la Navidad: la llegada de los Reyes Magos para adorar al Salvador y ofrecerle oro, incienso y mirra. Giotto introduce una dimensión nueva en el arte, que en aquellos años debió parecer casi milagrosa, con figuras que parecían existir en el espacio real y que mostraban emociones humanas reconocibles. En la capilla de la Arena todos los frescos son puros, pintados directamente en las paredes, mientras el revoque estaba todavía húmedo y convertidos en parte integral de la fábrica.
A la izquierda, el mozo de cuadras, un campesino mal vestido que atiende a los camellos es una figura encantadora tomada de la vida real y que demuestra la habilidad de Giotto para sugerir la personalidad de la gente y su rango social.
Los camellos señalan el origen exótico de Melchor, Gaspar y Baltasar, pero dan la impresión de que Giotto no los conocía, pues los realizó con ojos azules, orejas de asno y patas de caballo.
En el centro, la humildad del rey Gaspar es demostrativo de la simplicidad formal de Giotto, presentando un contorno nítido que se capta inmediatamente. La figura tiene peso y volumen, sintiéndose la forma del cuerpo bajo la capa y la presión de las rodillas sobre los pliegues de la tela. Arriba en el fondo encontramos la estrella que guió a los Magos. Giotto se ciñó a la realidad. En 1301 el cometa Halley apareció en una de sus históricas y periódicas visitas y está claro que Giotto quiso reflejar el hecho pintándolo tal cual, con su cola llameante.
Los fondos montañosos a los que recurre habitualmente Giotto arropa a los personajes y repiten a menudo en sus obras el agrupamiento de las figuras.
A la derecha se muestra un ángel junto a la Virgen sosteniendo un incensario, uno de los presentes de los Magos. El oro simboliza la pureza, el incienso la divinidad y la mirra , que era un ungüento de embalsamamiento, alude a la posterior pasión y muerte de Cristo.
Giotto trasmite por medio de las manos y de la expresión del rostro pensamientos y emociones sin excesos ni teatralidad. La solemnidad del rostro del ángel confirma la dignidad del momento.
La deteriorada pintura del manto de la Virgen deja ver las capas inferiores. El primitivo color azul, el color del cielo, y su porte majestuoso retratan a María como simbólica Reina de los Cielos. El niño Jesús no parece ser una criatura de apenas unos días, pero la Virgen lo sostiene con tranquila firmeza. Se resalta el papel de Cristo como Rey de Reyes, al enfatizarse la humildad de Gaspar, que ha colocado su corona a los pies del ángel mientras se inclina para besar los pies de Jesús.
No son verdadero fresco las zonas azules y por eso se hallan en mal estado pues era técnicamente imposible pintar con pigmento lapislázuli sobre el revoque mojado, y solo se agregó cuando estaba seco, de ahí que no haya podido soportar el paso del tiempo.
Con todo lo que venimos viendo se comprende porque Giovanni Bocaccio escribiera: Fue Giotto un hombre de genio tal, que no había cosa en toda la creación que no pudiera pintar. Nosotros agregaríamos, y si no, lo imaginaba a su manera como en el caso de los camellos. Ø