El cantor de los cien barrios porteños
Dueño de un carisma inigualable, Alberto Castillo tenía una impactante personalidad, tierna y enigmática, que pregonó en su estilo arrabalero. Se hizo querer en el afecto popular nacional y su voz es otra marca registrada diferencial inigualable.
Había nacido en el barrio porteño de Floresta, de la zona oeste de Buenos Aires, el 7 de diciembre de 1914 y su verdadero nombre era Alberto Salvador De Lucca. Su inclinación por la música se dio a temprana edad: mientras tomaba clases de violín y con tan solo 15 años cantaba donde se le diera la oportunidad.
Cierta noche cantando para un grupo de amigos, conoció al guitarrista Armando Neira, quien le propuso incluirlo en su conjunto, y así fue el inicio de Castillo en su debut profesional bajo el seudónimo de Alberto Dual, que al tiempo alternó con el de Carlos Duval, bajo el apodo de Ruibal.
La década del 30 fue una época en la que surgían talentos por doquier y circulaban las orquestas más renombradas de ese tiempo. Castillo incursionó durante los últimos años de esa década, siendo un joven cantor en las orquestas de Julio De Caro (1934), Augusto Berto (1935), y Mariano Rodas (1937). Al año siguiente, Alberto Castillo abandona las orquestas para dedicarse por completo a continuar su carrera de médico ginecólogo, pero un año antes de recibirse vuelve a rondar su pasión por el tango para integrar la Orquesta Típica de Ricardo Tanturi - Los Indios.
En una ocasión, se ve y escucha a un Castillo de ley con ganas de cantar que dice: “El público está cansado de esto, quiere cosas nuestras… No hay nada que hacer. ¿Por qué no me da una oportunidad? ¿En qué país estamos? Un espectáculo argentino quiere un tango, quiere una milonga, quiere un candombe… Gardel hubo uno solo, pero cantando cosas criollas, viejo, les paso el plumerito…” En referencia a Gardel, quien fue su gran ídolo.
Recorremos los inicios de un médico cantor y actor de cine
Un cartel de “Argentina Sono Films” anunciaba un título contundente: Adiós pampa mía, y el nombre del actor protagónico ocupaba casi toda la pantalla: era Alberto Castillo, que tenía 32 años y debutaba en la pantalla grande como actor.
Se trataba de una película en blanco y negro de Argentina, dirigida por Julio Saraceni sobre el guión de Carlos A. Petit, Rodolfo Sciammarella y Manuel M. Alba, según la obra homónima de Carlos Goicochea y Rogelio Cordone, que se estrenó el 4 de julio de 1950 y que tuvo como protagonistas a Alberto Castillo, María Concepción César, Pepe Marrone, Iván Grondona y Jacinto Herrera. También hay una nueva versión, dirigida por Enrique Carreras, titulada Los muchachos de mi barrio.
Castillo se destacó a través de doce películas que marcaron su rumbo actoral-musical. Entre las más recordadas, figuran la arriba mencionada “Adiós pampa mía” (1946), “El tango vuelve a París” (1948) y acompañado por Aníbal Troilo, “Un tropezón cualquiera da en la vida” (1948) con Virginia Luque, “Alma de bohemio” (1948), “La barra de la esquina” (1950), “Buenos Aires, mi tierra querida” (1951), Por cuatro días locos” (1953), “Ritmo, amor y picardía” (1955), “Música, alegría y amor” (1956), “Luces de candilejas” (1958), “Nubes de humo” (1959) y “El canto cuenta su historia” (1976).
En Teatro, se destacó en “Yo llevo un tango en el alma”, “Malena luce sus pistolas”, “El patio de la morocha”, “Mi Buenos Aires tanguero” y “Fiesta en el Odeón”, en 1992.
Cada vez que se estrenaba una película con Castillo en cartel, no había forma de detener el fervor popular.
También en el tango se luce en París, junto a “Pichuco” Troilo, uno de sus admiradores.
Castillo se destacó en una trayectoria actoral ligada a la composición musical en un estilo distinto y auténtico comprometido con el sentimiento de la gente, y como dicen: “El micrófono parecía un péndulo cada vez que caía en sus manos”. En “Así se baila el tango”, decía: “Qué saben los pitucos, lamidos y sushetas, qué saben lo que es tango, qué saben de compás…”
Algo que hizo recordar su época, fue una escena inspirada en hechos reales de la película “Luna de Avellaneda”, cuando sonaba el compás de “Siga el baile”, con Alberto Castillo, que era personificado por Walter Laborde. En una secuencia aparece el verdadero Castillo, donde vuelve a ser aquel ginecólogo que había sido cuando joven, un hecho que transita en una kermese de un club en decadencia en los carnavales de 1959.
Esta película, que se estrenó el 20 de mayo de 2004 y fue dirigida por Juan José Campanella, tuvo como protagonistas a Ricardo Darín, Mercedes Morán y fue coprotagonizada por Eduardo Blanco, Valeria Bertuccelli, Silvia Kutika, Daniel Fanego, Atilio Pozzobón, Alan Sabbagh y Francisco Fernández de Rosa, entre otros. “Luna de Avellaneda” fue un éxito de taquilla, estrenándose en VHS y DVD en el año 2005.
Bajo el apodo de “Ruibal”, Castillo, compuso diversas piezas pensando en la identidad común para los sectores sociales más vulnerables de aquella Argentina de la época de Perón, con el tango siempre como nexo comunicador. Le canta al pueblo en variadas composiciones, entre ellas: “Así canta Buenos Aires”, “Dónde me quieren llevar”, “Con barbilla intelectual”, “Cada día canta más”, y “Candonga”, que proclama el candombe de los Congos “de Cancún y Carancá”.
“Yo soy parte de mi pueblo y le debo lo que soy… Hablo con su mismo verbo y canto con su misma voz”, solía decir el cantor de los cien barrios porteños al inicio de cada presentación.
Tras una gira por los Estados Unidos, Alberto Castillo falleció el 23 de julio de 2002. ¤
Extraído de: Raúl De Los Hoyos
En una plazoleta en Villa Luro se encuentra una placa que recuerda a su memoria:
ALBERTO CASTILLO 7-12-1914 / 23-7-2002 – Cantor popular de tango, milonga porteña y candombe afroargentino. Nació y se crió en el Barrio de Villa Luro, dejando su huella imborrable en estas calles.
“Yo soy parte de mi pueblo y le debo lo que soy, Hablo con su mismo verbo y canto con su misma voz”
Homenaje de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.