Antes del 2014, solo los americanos que viajaban a Europa sabían que en el Viejo Continente las cosas eran un poco distintas cuando se trataba de tarjetas de crédito. Concretamente, que las tarjetas de crédito europeas tenían chip. A esas las llamaban “smart cards”. Y si la tuya no lo tenía, te miraban con cierta desconfianza.
La idea de asociar los chips con Europa es correcta. El invento fue patentado en distintas etapas por inventores alemanes y un francés. Las smart cards se popularizaron en el Viejo Continente en los noventas, y tienen algunas importantes ventajas. La tarjeta con chip deja de ser solo una tarjeta de crédito o débito que depende de una red, y puede ser utilizada para un montón de cosas que requieren la necesidad de guardar información en un lugar pequeño. El caso más conocido es la SIM card, que guarda todos sus datos personales y de contactos para ser transferidos de teléfono celular a teléfono celular cuando uno lo cambia. Otro uso es el de “monedero electrónico”, que permite usarlas como lugar de almacenaje de crédito sin necesitar las redes bancarias. En ciertos países con sistemas financieros menos desarrollados, son populares.
Un arma contra el fraude
Todo indica que las grandes instituciones financieras empezaron a respaldar la nueva tecnología cuando vieron que hacía mucho más difícil el fraude. Usando el chip, cada transacción financiera es única y no puede ser repetida, y robar información es más difícil. Esto le da a la tarjeta con chip una seguridad que no existía antes. Cuando Visa, Mastercard y las demás compañías vieron que el nuevo sistema, al ser más seguro, les ahorraba dinero para compensar casos de fraude, no solo aceptaron la tecnología nueva sino que la empezaron a promocionar.
Hoy en día hay un standard técnico llamado EMV (Europay, Mastercard International, Visa International) , que ellos apoyan, que regula la implementación de la nueva tecnología. Con Visa y Mastercard involucrados, era lógico que tarde o temprano en Estados Unidos la tecnología iba a triunfar. Así viene sucediendo desde 2014.
Hasta ahora, la implementación de estas tarjetas en Estados Unidos no es muy popular. Este es un país donde, desde el punto de vista del usuario, el viejo sistema “swipe” funcionaba bien y con pocos riesgos. Y era rapidísimo, gran ventaja en el país del time is money. Dado que todas las instituciones te cambiaban la tarjeta cada tres años o a pedido, eran casi desconocidos los problemas físicos con las tarjetas. Y si la tarjeta ofrecía cualquier problema, el servicio de atención al cliente de los bancos respondía rápido.
También ayuda el hecho de que estamos en un país donde el fraude con tarjetas de crédito no es común, como aparentemente lo era en Europa y otras partes.
Otras ventajas… y desventajas
¿Las otras ventajas de las tarjetas con chip? Hasta ahora, los estadounidenses no las ven. Siempre se pudo pagar cualquier cosa con la tarjeta, incluso - a diferencia de otros países- cuando eran montos chicos. En definitiva, los costos del sistema no lo pagaban los usuarios sino los comercios y los bancos.
Hablemos un poco de las desventajas. No son importantes, pero vale la pena mencionarlas. En primer lugar, algo muy irritante: aunque su tarjeta tenga las dos tecnologías, si la tarjeta tiene chip, nos obligan a usarla introduciéndola por el lector de chip. La obligatoriedad no gusta, especialmente cuando hay que introducirla cuidadosamente para evitar el desgaste físico de la tarjeta y esperar el tiempo extra que tarda toda la transacción. Acostumbrados los americanos a elegir si usan la tarjeta como crédito o débito sin discutirlo con nadie, ahora parece que las tarjetas con chip les piden automáticamente el PIN, salvo que se hable con la cajera.
Un asunto de seguridad
Finalmente, el tema seguridad. Las ventajas para las instituciones son obvias. No tanto para los usuarios, acostumbrados a no soltar la tarjeta de sus manos mientras hacían la transacción. Esa era la costumbre con el “swipe”, porque si eso sucedía la tarjeta se caía al mostrador o al piso. Ahora uno “deja” la tarjeta cómodamente instalada en el lector hasta el final de la operación. De hecho, a diferencia del “swipe”, no se puede empezar a guardar la tarjeta antes de finalizar la operación. Esto es fatal para personas distraídas, o con poca memoria. En lugares donde hay otra persona presente, como en algunos comercios, las tarjetas no suelen olvidarse. Pero en expendedoras de gasolina, máquinas, etc., el riesgo de olvidarse la tarjeta en el lector es algo mayor que antes.
Veremos si aparecen buenos motivos para tener estas tarjetas, y –lo más probable- si desaparecen las desventajas. Mientras tanto, el chip no es muy bienvenido en los Estados Unidos. Aunque tenga VISA. ¤