Hace un tiempo analicé algunos rituales antes del partido de fútbol, dentro de un marco psicológico. Quizás esté sufriendo de un estrés postraumático de aquella última final agonizante perdida, pero me gustaría continuar en esa corriente, esta vez enfocándome en un aspecto especialmente enigmático: la violencia en el fútbol.
La clave para entender este fenómeno está en el lenguaje. El vocabulario que usamos en el fútbol está repleto de palabras, simbolismos y conceptos militares. Desde esta perspectiva, el deporte se convierte en el receptáculo de todo un vocabulario bélico que es, de hecho, el único capaz de transmitir aquello que está en juego en cada partido: el honor, las banderas, la historia, y hasta la vida.
No dudo que el lector llegue a la misma conclusión si le presta atención a los relatores y comentaristas y a los procesos de los dirigentes. De hecho, recientemente en Boca Juniors se derrocó al Vasco Arruabarrena como director técnico, y con él se fueron los jugadores identificados con sus operaciones y tácticas. Un comentarista afirmó que “le faltaba ataque al equipo, le faltaba explosión”. O tal vez recuerden el violentísimo cántico de los barrasbravas de Rosario Central, denominados Los Guerreros, que expresa una especie de ritual pre-batalla:
Che leproso pelo****,
te robamos las banderas,
andabas en el comando,
ofreciendo recompensa,
no se la vamos a dar, no se la vamos a dar,
vení a buscarla al Gigante,
que te vamos a matar”
Claramente en Argentina no se disputan partidos de fútbol, sino que se luchan batallas. Vale la pena mencionar que están volviendo paulatinamente las hinchadas visitantes (o sea, los ejércitos rivales) a los estadios. Después de mucho tiempo, se volverá a experimentar con el 'caos controlado' de los papelitos, las bombas de humo, las tribunas separadas por colores, las zonas de amortiguación, etc.
Pero el problema radica en el momento en el cual ese simbolismo militar se une a la agresividad real del sector marginado de la población que integra las hinchadas, porque es allí precisamente cuando dejan de ser hinchadas y se convierten en tropas. ¤