Muchas comunidades fueron afectadas por el atentado a las torres del World Trade Center como era de suponer en esa cosmopolita ciudad. La comunidad argentina sufre por cinco compatriotas y su, hasta ahora, incierto destino.
MARIO SANTORO, paramédico, de 28 años, había llegado hace 20 años con sus padres, quienes salieron de Rosario con cuatros hijos. Mario está casado con una americana, Leonor, docente, y tienen una hija, Sofía, de dos años.
PEDRO GREHAN, se radicó en Nueva York hace cuatro años. Es empleado de la empresa financiera “Cantor Fitzerald”, que se ocupa de la compra y venta de bonos, y tenía sus oficinas en el piso 104. La oficina de Grehan estaba veinte pisos arriba del lugar donde impactó el avión. El fuego subió inmediatamente hacia esas áreas y levantó temperaturas tremendas. Fue el sector más afectado.
GABRIELA WEISMAN es una residente de Nueva York que estaba visitando las torres en el momento del atentado. Su caso se conoció porque una compañera suya llamó desde las torres mientras trataba de llegar a la planta baja y mencionó a Gabriela como a quien estaba con ella.
SERGIO VILLANUEVA es otro argentino del que no hubo noticias en estos días. Se cree que estaba en el piso 74 de una de las torres, muy cerca de donde habría ocurrido el impacto.
Además, el Consulado busca una mujer estadounidense casada con un argentino, que está entre los desaparecidos. Pero su nombre no se difundió.
El vicecónsul argentino en esa ciudad, Ciro Ciliberto, dijo que “ya están identificados todos los heridos y en ningún lado figuran los nombres de los argentinos desaparecidos”. Ciliberto agregó: “esto vuelve cada vez más remotas las esperanzas de encontrarlos con vida. Claro que nosotros no se los decimos así a los familiares; al contrario, tratamos de apoyarlos en todo.”
Los familiares debieron entregar a las autoridades a cargo de la búsqueda objetos personales de los desaparecidos, como por ejemplo cepillos de dientes o peines, y hasta muestras de saliva del familiar. El objetivo: identificar los cuerpos que no pueden ser reconocidos de otro modo a través de estudios de ADN.
Las últimas esperanzas se centran en la posibilidad de que estén todavía con vida en los subsuelos de las torres, debajo de los escombros.
“Mucha gente -explicó Ciliberto-, en el momento del atentado, en lugar de salir a la calle bajó a los subsuelos para intentar tomar alguna de las tres líneas de subte que pasan por allí”. Ø