Una historia de horror real
Visitar Argentina (o cualquiera sea su país natal) después de varios años, con el deseo de celebrar la Navidad y el Año Nuevo en familia, es el sueño de todos los inmigrantes que vivimos en el exterior.
Por suerte, ese sueño se hizo realidad para mi familia y con aquel entusiasmo de la generosidad genuina, los tres últimos fines de semana previos a nuestro viaje todos salimos de compras con la intención de comprarle su regalito de Navidad a cada uno de nuestros familiares, amigos, ejecutivos y hasta para el gobernador de San Juan. Muy contenta, yo me tomé la tarea de envolver cada regalito en papel celofán transparente, con su nombre en su tarjetita de salutación para asegurarme que cada uno estaba incluido. Con esa consigna, llenamos dos valijas medianas con puros regalos navideños, objetos simples y livianos, como corbatas, pañuelos, blusas, vestidos, camisas… en fin, nada electrónico ni sofisticado. ¡Qué satisfacción! Yo miraba las dos valijas repletas de obsequios y podía imaginar la sonrisa de cada uno al recibir su presente navideño. Y llegó el día soñado de la partida a Argentina. Emociones. Expectativas. Y ese eufemismo de “los regalitos” estuvo vigente durante todo el viaje, el cual fue largo, pero no agotador, ya que la alegría de volver a nuestra tierra natal parecía segregar toneladas de adrenalina.
Arribo al paraíso
El punto final de desembarque en Argentina fue la provincia de Mendoza. ¡Qué lindo! –decíamos todos al unísono. Allí, en el aeropuerto El Plumerillo nos esperaban mi hermana Susana y su esposo Emilio. Nuestro amigo Saúl Saidel envió un vehículo de su agencia de viajes conducido por don José, para transportarnos a San Juan,unos 150 km más.
“La alegría de volver a nuestra tierra natal parecía segregar toneladas de adrenalina”
Cuando llegamos a Mendoza la alegría era desbordante, y cómo no serlo ante un evento así. Recoger nuestro equipaje de la cinta transportadora (cada uno con sus dos valijas de 23 kg cada una y un bolso de mano de 12 kg.) era como tocar el cielo. ¡Ya estábamos en el paraíso!
En la realidad... no fue así. Jamás hubiésemos imaginado que en Mendoza sufriríamos el peor avasallamiento a nuestros derechos humanos y a nuestra dignidad, por parte de aquellos agentes con cartelitos de la AFIP. Tan pronto como ingresamos a la sección de Aduanas, detectamos que la familia Moreno a pleno (mi familia, Miguel Ángel, Pamela y Kiley) estaba siendo detenida a puertas cerradas.
Frustración y llanto
Los inspectores nos exigieron abrir solamente las dos valijas que contenían mis regalos de Navidad. Fue entonces cuando en aquella sala presidida por agentes de la AFIP (alrededor de diez empleados, ocho hombres y dos mujeres) se llevó a cabo el asalto verbal y atrevido nunca visto antes en mi vida, no sólo por abrir las valijas de una manera grotesca, romper el papel celofán que envolvía mis regalos navideños, destruir su tarjetita y volcar el contenido total de las maletas revoltosamente sobre una mesa gigante, sino de culparme a mí de ¡estar iniciando un negocio ilegal de contrabando!
Fue entonces cuando no aguanté más al ver mi dignidad y orgullo de ser una persona decente, valores que estaban siendo vilmente atropellados y al no ver ni un ápice de justicia, decencia y respeto al ser humano, mi frustración desencadenó en llanto y esa fue mi respuesta de repudio ante tanta maldad. Sólo atiné a decirles: “¿Por qué no le abren las valijas, cargadas de Louis Vuitton, a la ex presidenta Kirchner en sus viajes a Nueva York?”, tras lo cual escuché: “¡Traigan a un agente de Policía que esta señora queda detenida!” Amenazas provenientes de la corrupción al descubierto.
Argentina, “un país hermoso y con gente buena”
Claro, ellos están entrenados para combatir todo acto ilegal, pero no tuvieron la capacidad cognitiva de distinguir que nosotros no transportábamos nada ilegal. Todo estaba dentro de los parámetros de lo normal, excepto mis regalos navideños, que yacían desarmados y tirados por doquier. Esto me causó más dolor, más llanto y tremenda decepción en suelo argentino, mi país. Y más dolor aún en mi corazón al escuchar a mi querida nieta Kiley, de once años, decirme con un tono de reproche: “Abuela, tú me has mentido. Tú me dijiste que Argentina era un país hermoso y que la gente era muy buena… ¡y mira cómo te tratan aquí!” Mi hija Pamela, que estaba absorta al ver tanta maldad por parte de la AFIP, exclamó en alta voz: “Mamá… Regresémonos a Los Angeles, ¡right now”! De más está decirles que mi angustia y amargura iban in crescendo.
“Jamás hubiésemos imaginado que en Mendoza sufriríamos el peor avasallamiento a nuestros derechos humanos y a nuestra dignidad, por parte de aquellos agentes con cartelitos de la AFIP”
Mi esposo –como todo científico- mantuvo la calma y trataba de explicarles que allí no había nada anormal. Pero los de AFIP no querían escuchar nada, sólo vociferaban amenazas de confiscar todo el equipaje y detenernos en la policía si no pagábamos el monto que ellos pedían. Así fue que invitaron a mi esposo a una sala privada y le exigieron que debía pagar impuestos por todos mis regalos navideños, impuestos que yo los había pagado ya al hacer mis compras en Los Angeles. ¡Qué absurdo! Eso era lo que buscaban... ¡Dólares!
Canallas. Malhechores. Corruptos. Rateros... Todo este repertorio afloraba dentro de mi cabeza. ¡Qué impotencia! Yo no quise abonarles ni un centavo, ya que si lo hacía, me decía a mí misma, yo sería parte de la corrupción vigente.
Franquicias legales e ilegales
Lo expuesto tiene el fin de informar a nuestros lectores para que al viajar a Argentina (u otro país) soliciten la información sobre la existencia de cupos de regalos, para que no les vaya a pasar como a mí. Hace 37 años que vivo en Estados Unidos, he viajado a Argentina más de 15 veces y ninguna agencia de viajes me alertó de esto. ¿Es una disposición nueva?
Para saberlo, fui al Consulado Argentino a pedir información sobre este tema y me dijeron que lo averiguase en la AFIP, Aduana Argentina. Así he aprendido que la AFIP le aplicará multas impositivas a sus regalos, aunque usted ya haya pagado los impuestos en el lugar donde los compró. He verificado en el sitio Aduana Argentina que la franquicia por cada adulto es de 300 dólares, y de 150 dólares por cada menor. En nuestro caso, familia de cuatro, hubiese correspondido una franquicia de 1,050 dólares. Pero los agentes de la AFIP determinaron arbitrariamente un valor de 500 dólares y nos cobraron 100 dólares de impuestos. ¡Qué injusticia! Ustedes, agentes de la AFIP, aprendan que así no se recibe ni se trata a la gente (nativa o turista) que va a visitar ese bello país, Argentina. ¿Esa es su manera de darnos la bienvenida? Este comportamiento abusivo podría afectar el turismo. Por mi parte, he borrado a Mendoza de mi futura ruta de viaje.
“Al no ver ni un ápice de justicia, decencia y respeto al ser humano, mi frustración desencadenó en llanto”
De regreso en casa
Y como contraste (en maneras y decencia cultural), al regresar recientemente a Estados Unidos y al presentar mis documentos de ciudadana de Estados Unidos en Inmigración, sólo escuché “You Are Welcome to the United States of America” y en Aduanas no nos abrieron ni una valija. Feliz de regresar a este país de orden, justicia y respeto a los derechos del ser humano, silenciosamente mi familia y yo retiramos nuestro equipaje, que venía lleno de obsequios de navidad de parte de mis seres queridos en Argentina. A diferencia del aeropuerto El Plumerillo, Mendoza, en Los Angeles nadie nos detuvo a puerta cerrada, nadie intentaba sacarnos dólares.
¡Qué diferencia más notable de país a país! Agradezco a Dios por haberme dado este dolor, tras el cual pude comprobar el atropello y las faltas de respeto por parte de esos agentes de la AFIP en Mendoza que lo único que perseguían era sacarnos dólares. Y como todo acto delictivo, este también fue anónimo, ya que al exigirles un comprobante por el dinero pagado, obviaron sus nombres. ¤