Más de cuatro meses después de iniciada la pandemia del coronavirus, quedan aún muchas preguntas que sólo con el paso del tiempo se podrán responder: ¿Ha sido el virus diseñado en un laboratorio desde donde escapó por accidente? ¿Es efectivamente el mercado de animales salvajes de Wuhan el lugar desde donde se expandió al mundo? ¿Hasta cuándo durará la pandemia? ¿Será la vacuna quien le ponga freno a tanta muerte y desolación? ¿Cuándo estará lista? ¿Cómo seguirá nuestra vida a partir de entonces? ¿Estamos preparados para una nueva pandemia, que inevitablemente tarde o temprano sucederá?
Más allá de estas y muchas preguntas más, contamos hoy con varias certezas, certezas que nos podrían evitar millones de muertes y sufrimiento hoy y tener que pasar por este calvario nuevamente en el futuro.
Una de esas certezas es que la pandemia ha expuesto la ineptitud de nuestros gobernantes para manejar una situación de esta magnitud. Sin claros protocolos federales, el Covid-19 no solo no da signos de detenerse, sino que los contagios siguen en aumento, especialmente en aquellos lugares en donde las restricciones se han levantado prematuramente. Es cierto que nada nunca podrá reemplazar a la responsabilidad individual; cada uno de nosotros debe cuidarse y cuidar a los demás desde nuestro propio lugar. Pero el desmadre es inevitable cuando las mismas autoridades dan muestras de no entender en lo más mínimo cómo debe comportarse un líder, especialmente en tiempos de crisis como los que hoy nos toca vivir.
Hemos visto con gran disgusto –aunque, hay que confesar, con poca sorpresa- cómo el presidente Donald Trump organizaba un acto político en una ciudad que esa misma semana experimentaba un pico de 100% de aumento en los casos de Covid-19, en un lugar cerrado, y sin exigir los más básicos cuidados para evitar el contagio: el uso de mascarillas y la distancia social.
En una muestra más del descalabro que se vive en la Casa Blanca desde hace tiempo, el Dr. Anthony Fauci, el principal asesor en enfermedades infecciosas, declaraba desesperado: “Por el amor de Dios: eviten las aglomeraciones de gente, usen mascarillas. Eso es lo fundamental, aunque cuando uno ve las noticias por televisión o en los periódicos, la gente no lo está haciendo. Y eso es una receta para el desastre”. Sin embargo, el presidente, más preocupado por la baja en su popularidad de cara a las elecciones de noviembre que por la salud de su pueblo, se paseó por todo el predio sin usar mascarilla, lo que casi todos los asistentes al evento emularon. Y esa es otra de las certezas con las que contamos hoy: el uso de mascarillas disminuye las posibilidades de contagio. Lo pudimos comprobar muy recientemente luego de las multitudinarias manifestaciones contra el racismo institucional que se vivieron y aún se dan en numerosas ciudades del país. Mientras veíamos a miles y miles de personas marchar codo a codo por las calles nos imaginamos que los contagios iban a aumentar notablemente en esos lugares; sin embargo, eso no se dio por dos razones: los manifestantes usaban mascarillas y se expresaban al aire libre y no en un lugar cerrado.
Según anunciaron los mismos voceros de la campaña del presidente Trump, seis de los organizadores del evento en Tulsa, Oklahoma, dieron positivo luego de trabajar en esa ciudad por varias semanas previas. Sin embargo, ni eso cambió los planes de adecuar las instalaciones para hacerlas más seguras para los asistentes. Espacio para la distancia social sobraba. Luego de que el presidente alardeara de recibir “más de un millón de solicitudes” para concurrir al evento, el pequeño lugar le quedó muy grande, pudiendo llenar solo dos tercios de un estadio con capacidad para apenas 19 mil personas. De hecho, un escenario montado afuera para celebrar un evento previo, debió ser desmontado por falta de asistentes.
Otra vez, los países liderados por estadistas serios y capaces ya están encontrando la salida a la pandemia. Desde el otro lado, aquellos liderados por populistas autoritarios e incapaces, como Estados Unidos, Brasil, o Rusia, están fracasando estrepitosamente en la lucha contra el Covid-19.
Esperamos ahora que los demócratas no muestren la misma miopía que el presidente a la hora de promocionar la campaña del candidato Joe Biden. Porque entonces sí, tendremos que preguntarnos: “¿Y ahora… quién podrá ayudarnos?” Y hay malas noticias: el Chapulín Colorado ya se ha jubilado. ¤