Todas las personas de la tribu del Inca siguen las leyes de su gente; el problema es que una hija del sol no podría estar con un hijo de la tierra y las montañas, pero eso es algo que evidentemente no era un impedimento para que se enamoren sin remedio alguno y sufran las consecuencias de tal amor imposible.
Cuenta esta leyenda que en algún lugar al norte del país, en la noche que va del 1 al 2 de noviembre, un niño vagaba muy tarde por entre las casas del vecindario pidiendo dulces.
Nos transcribe el genial Octavio Cejas en su “Tukma Mágico” una anécdota recopilada en Alpachiri, Tucumán, a Delicia de Cabrera:
En la ciudad de Corrientes se encuentra una iglesia llamada la Iglesia del Milagro y debe su nombre a una famosa cruz que se alzó durante la época colonial, y que todos conocen como La Cruz de los Milagros.
Nuestro interior provinciano es muy lindo en paisajes y bellezas naturales, pero más bondadosa ha sido la naturaleza con el hombre que habita en esas soledades, en esa eterna quietud y paz, soledad que se convierte en compañía para el espíritu, que le infunde melancolía y le fortifica el alma.
Se dice que cierta vez Koonex, la anciana curandera de una tribu de tehuelches, no podía caminar más, ya que sus viejas y cansadas piernas estaban agotadas, pero la marcha no se podía detener.