Atentado a la AMIA

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Los jóvenes que preservaron la memoria. Un ejemplo de amor por la cultura, por los libros y por la historia

Luego del atentado a la AMIA y mientras los socorristas rescataban a los heridos y muertos del brutal atentado, cientos de jóvenes voluntarios, judíos y no judíos, se presentaron para recuperar el patrimonio cultural de la Fundación IWO (Instituto Judío de Investigaciones), que funcionaba en el 3er y 4to piso del edificio de la calle Pasteur 633 atesorando miles de libros, colecciones de arte, discos, pinturas, piezas únicas en Judaica y testimonios de lo acaecido durante el Holocausto y la Resistencia Judía en la Segunda Guerra Mundial.
Las autoridades de la Fundación IWO, sabiéndose depositarios de un legado milenario, decidieron actuar de inmediato para que los terroristas, además de causar tantos muertos y heridos, no destruyeran la historia y la cultura. Por eso organizaron a los ochocientos jóvenes solidarios que se presentaron voluntariamente para participar del rescate del patrimonio cultural de entre los escombros.
Así comenzó una desesperada carrera de rescate en medio del caos, de escombros, socorristas y familiares de las victimas. Fue una tarea realmente riesgosa porque había que moverse en medio de toneladas de escombros y siempre estaba presente la posibilidad de derrumbes. Gracias a que se tomaron las medidas de seguridad adecuadas (cascos, barbijos y doble par de guantes) se pudieron evitar accidentes.
Hoy día muchos recuerdan que el proceso de recuperación fue "planificadamente improvisado" porque a cada momento surgían imprevistos: lluvia, derrumbes, fallas en la estructura del edificio, falta de contenedores, lugares en donde almacenar lo recuperado y un sinfín de inconvenientes.
Gracias a la fuerza de voluntad, el entusiasmo y la dedicación, cientos de jóvenes lograron lo que parecía imposible: recuperar gran parte de lo destruido. Ahora rebautizados como "doblemente salvados" porque son aquellos que sobrevivieron al Holocausto y después al atentado a la AMIA.

El atentado:
El lunes 18 de julio de 1994 a las 9.53 se produjo el atentado terrorista más sangriento de la historia argentina. Esa mañana Ibrahim Hasin Baro, miembro de la organización Hezbollah, estrelló la camioneta-bomba contra el edificio de la AMIA, provocando la muerte de 85 personas y dejando a más de 300 heridas. Entre las víctimas se encontraban empleados de la AMIA, transeúntes, obreros, automovilistas y vecinos. La víctima más pequeña fue Sebastián Barreiro, de 5 años, quien caminaba por la vereda tomado de la mano de su mamá.

La recuperación:
Para conocer en detalle cómo se llevó a cabo la titánica tarea de recuperar el patrimonio cultural, entrevistamos a la Coordinadora Académica del IWO, Prof. Ester Szwarc:
- ¿Qué tan grande era la biblioteca de la AMIA- IWO?
- Era muy importante, contaba con más de ochenta mil libros de todo el mundo y escritos en todos los idiomas. Lamentablemente los incunables* se perdieron en el atentado, porque estaban en la parte de adelante, en donde explotó la bomba. Pero también teníamos documentos, libros y objetos únicos.
- Recuperar el material debe haber sido una tarea difícil.
- Muy difícil. Porque la bomba destrozó casi todo. Pero a pesar de eso, los jóvenes se sentaban sobre los escombros y escarbaban. Cuando encontraban una parte, rastreaban en ese sector para localizar otras piezas del mismo objeto.
- Se podría decir que realizaron un trabajo arqueológico.
- Tal cual. Y así trabajamos en tres sectores. Del lado de adelante, de Pasteur, del lado de atrás y en la Ciudad Universitaria, en donde fue dificilísimo por las condiciones al lado del río. Por el viento, por el frío, por la lluvia y porque había más de quinientos montículos. Cada grupo de jóvenes abordaba uno y se ponían a trabajar a mano. No podían usar palas por temor a romper los objetos que pudieran encontrar.
- ¿Pero los escombros no los levantaron con palas mecánicas?
- Así es, luego fueron llevados en camiones y los volcaron sin ningún tipo de cuidado. Pero a pesar de tanto maltrato ocurrieron cosas increíbles. Cuando entramos a ciudad universitaria lo primero que encontramos fue un disco intacto. No lo podíamos creer. Y menos aún cuando lo pasamos por radio luego de lavarlo. Nunca pudimos entender cómo pudo salvarse.
- ¿Y después?
- Paralelamente a la tarea de rescate habilitamos talleres en donde cada voluntario limpiaba el polvo y sacaba los vidrios de cada libro. Hoja por hoja. Y luego, muy artesanalmente, los secaba con planchas, secadores de pelo o estufas.
- ¿Esos jóvenes eran expertos en restauraciones?
- No, para nada. Sólo era un maravilloso equipo lleno de voluntad y ganas al que tuvimos que enseñar técnicas de restauración. Como había tantas cosas para reparar, cada voluntario eligió en qué sección trabajar: libros, documentos, afiches, fotos, arte, objetos, etc.
- ¿Una reflexión final?
- Los jóvenes hicieron esto a pulmón, porque tenían ganas y amor a la cultura. Por amor a los libros, a la fotos, a los afiches, a los objetos. Y aquí cabe aclarar que toda esta tarea tiene una razón de ser. No rescatamos por rescatar. Todo esto se hizo, fundamentalmente, para preservar lo que tenemos para transmitir, toda la memoria, a las futuras generaciones. Por eso es que sabemos muy bien lo que estuvimos haciendo: por qué, para qué y para quienes.

Testimonios:
Gracias a Internet pudimos localizar a dos ex-estudiantes del Colegio Lincoln, quienes actualmente viven en el extranjero y participaron de la recuperación. Este es su testimonio:
"Para mí fue muy impresionante porque estábamos filtrando los restos de la AMIA en una tarde gris. Sacamos libros tras libros y era doloroso mover rocas y pedazos de concreto y pensar que había gente adentro. Mi vida cambió cuando vi algo brillar y me di cuenta que era un arete. Alguien lo había tenido puesto. Alguien que no tenía idea de lo que iba a pasar ese día."
Ignacio Oreamuno - Nacido en Costa Rica. Actualmente vive en Canadá.
"Volví a la Argentina en el '94, después de estar unos años en el exterior por el trabajo de mi papá. El atentado pasó a los pocos meses de llegar a Buenos Aires. Inmediatamente nuestro colegio se ofreció para ayudar de alguna manera y yo me ofrecí. En mi cabeza estaba la idea de contribuir a buscar artefactos culturalmente valiosos e importantes, ver si de alguna manera se podía rescatar algo de entre los escombros. En retrospectiva me doy cuenta que la actitud positiva de la gente que fue a ayudar realmente hizo una diferencia. El asociar los mismos escombros que estábamos revisando al hecho de que mucha gente había muerto era realmente impactante y entristecedor.
Ayudar a recuperar artículos culturales dentro de los destrozos causados por el atentado hizo que por primera vez en mi vida, un conflicto que hace décadas que estaba pasando a miles de kilómetros en el Oriente Medio, viniera a mi realidad y a mi presente. Uno, por sólo verlo en televisión, no se siente muy afectado y por ende no le presta tanta atención, mucho menos a los 16 años. Te cuento que desde entonces creo firmemente que este conflicto, como muchos otros que hay en este mundo tan violento, se tiene que solucionar de forma pacífica. Hay que parar de derramar sangre" Ricky Monte. Actualmente vive en Boston. Es Licenciado del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT)

El documental
El martes 4 de mayo comenzó la filmación del documental que relatará esta gesta en el nuevo edificio de la AMIA. Con el fin de que sea conocida y sirva de ejemplo a miles de jóvenes de todo el mundo, las copias se distribuirán gratuitamente en colegios, universidades y centros de estudios de Argentina y otros países. Para su difusión internacional se filmará en español con subtítulos en ingles, francés, alemán y hebreo. Ya se han recogido testimonios de personas que participaron del rescate y que son conmovedores. Es muy importante destacar que se trata de un proyecto sin fines de lucro auspiciado por la Fundación IWO (Instituto Judío de Investigaciones), la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y la Secretaría de Medios de la Presidencia de la Nación. Coherentemente con el espíritu de los jóvenes, los periodistas, locutores y técnicos que participamos de la filmación, trabajamos voluntaria y gratuitamente.

(*) Incunables: ediciones que se imprimieron en tipografía desde la invención de la imprenta hasta el año 1501. Ø

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