Argentina y la “maldición” de exportar alimentos

Argentina

La paradoja de un país rico en comida y con una buena parte de su población que sufre hambre
El pasado 13 de enero, los dichos de la diputada nacional oficialista por la Provincia de Buenos Aires, Fernanda Vallejos, despertaron una catarata de comentarios negativos. Fueron y son incontables los que, a través de casi todos los medios de comunicación y de las redes sociales, repudiaron y continúan repudiando las declaraciones de esta legisladora.

¿Cuáles fueron los dichos que despertaron tal tsunami de indignación?
María Fernanda Vallejos, que además de ser diputada nacional por el Frente de Todos es economista, comentó en una entrevista radial por El Destape (FM 107.3) que: “Tenemos la maldición de exportar alimentos, de modo que los precios internos son tensionados por la dinámica internacional, ya que los (precios) domésticos deben regirse por la capacidad de compra (en pesos) de los argentinos”, agregando que “los precios locales de alimentos, como por ejemplo la carne, suelen aumentar por acoplarse a los más altos precios de exportación”.
Cabe destacar que Vallejos es economista egresada de la Universidad de Buenos Aires, y estudió Historia Económica obteniendo una maestría en esa especialidad y otra en Políticas Económicas, también de la Universidad de Buenos Aires. Asimismo, es docente universitaria y analista económica en el sector público nacional, y fue asesora de “Cuentas Nacionales” del Ministerio de Economía durante la gestión de Axel Kicillof, cuando el actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires se desempeñaba como ministro de Economía de la Nación.
En principio, aparece como una voz autorizada.

Le dieron con un caño
En relación a este tema, la diputada posteriormente twitteó: “Los precios de los bienes sensibles, empezando por los alimentos, deben estar en niveles razonables para que sean accesibles para el pueblo. Pero, además, salarios, jubilaciones e ingresos deben crecer por encima de la inflación y recuperar lo que perdieron en los últimos 5 años”.
Casi todo el espectro político opositor, los grandes productores agropecuarios y el sector exportador de alimentos, más economistas, periodistas y un importante sector de la sociedad, salieron a atacarla con los tapones de punta. Impiadosamente.
Este cronista no comulga ni con el partido político de la diputada ni con los de la oposición. Tampoco comparte los comentarios cargados de animosidad que recibió Fernanda Vallejos. Fundamentalmente, porque cree que esa afirmación describe una realidad. El problema, quizás, fue el contexto de sus frases. Tal vez hubiera sido más atinado que la diputada dijera que “la exportación de alimentos es una maldición si lo único que se exporta son alimentos”, que es exactamente lo que sucede con la Argentina. Y, para colmo de males, todos los alimentos que se exportan no son un excedente, porque estamos ante una ecuación de suma cero, lo que significa que la comida que se exporta es la que no puede consumir la población argentina. De allí que casi la mitad de los argentinos, literalmente, pasan hambre. Demasiados, para un país que se jacta de poder alimentar a cientos de millones de personas.

“Tal vez hubiera sido más atinado que la diputada dijera que “la exportación de alimentos es una maldición si lo único que se exporta son alimentos”, que es exactamente lo que sucede con la Argentina”

El origen de la “maldición”
No es lo mismo lo que sucede en la Argentina que lo que ocurre en otros países desarrollados que también exportan alimentos, como Estados Unidos, Canadá o Australia, porque esas naciones, además de alimentos, exportan conocimientos, productos industriales, electrónicos, cultura, maquinarias, productos químicos elaborados, etc. En estos, la exportación de alimentos es un rubro menor dentro del total vendido al exterior. Pero en el caso de la Argentina, las exportaciones de alimentos y productos agropecuarios representan el principal rubro de lo que es vendido al exterior.
El término “maldición” de los recursos naturales lo utilizó por primera vez Richard Auty en su libro “Sustaining Development in Mineral Economies, The Resource Curse Thesis, de 1993. Allí, Auty explica que incontables países ricos en recursos naturales no podían usar esa riqueza para impulsar sus economías y mejorar el nivel de vida de su población. Y cómo, en contra de todo pronóstico, esos países presentaban un crecimiento económico menor que los países que no poseían una abundancia de recursos naturales. De allí que los recursos naturales a veces pueden resultar más una “maldición” que una “bendición” económica.

“Otros investigadores como Jeffrey Sachs y Andrew Warner, han demostrado que existe una relación entre la abundancia de recursos naturales y un crecimiento económico pobre”

Luego, otros investigadores como Jeffrey Sachs y Andrew Warner, han demostrado que existe una relación entre la abundancia de recursos naturales y un crecimiento económico pobre. Esto es aplicable a diversos productos naturales como petróleo, cobre, oro, cacao, café, caucho, té, y por supuesto, como en el caso argentino, alimentos.

La clase media en los comedores comunitarios
Debido a la pandemia, millones de argentinos perdieron sus trabajos. Nadie puede asegurar la cifra exacta. Solo en empleos registrados, la suma supera largamente los dos millones. En el sector informal o “en negro”, esa cifra puede muy bien duplicarse o triplicarse. El país ya llevaba tres años seguidos de una profunda recesión provocada por el gobierno de Mauricio Macri. Y en el 2020, debido al Covid-19, el empobrecimiento de la población resultó aterrador. Se multiplicaron los concurrentes a comedores comunitarios, donde, por primera vez, empezaron a pedir comida vastos sectores que pertenecían a la clase media. Un fenómeno totalmente nuevo.
Mientras tanto, las exportaciones de alimentos continúan a pasos agigantados, incentivadas por el aumento de los precios internacionales, y, por ende, los aumentos de los precios internos de la comida aumentan.
Solo aquellos que no padecen hambre, los que tienen sus estómagos llenos, pueden afirmar alegre y despreocupadamente que es una “bendición” exportar alimentos, sin que les importe aclarar que es lo más importante que exporta el país.¤

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