El hospital de las estatuas de la Ciudad de Buenos Aires

En la Ciudad de Buenos Aires se encuentran emplazados unos 2.500 monumentos y obras de arte al aire libre, exhibidos en plazas, plazoletas y fachadas de edificios. En este total se incluyen monumentos, bustos, estatuas, mástiles, fuentes, jarrones, placas y monolitos. Hasta no hace demasiado tiempo el paso del tiempo y los fenómenos atmosféricos eran la principal causa del deterioro de esas obras de arte. Pero las cosas cambiaron.

Desde hace algunos años la principal causa de la degradación de las obras de arte porteñas es el vandalismo. En nuestra ciudad, este delito se divide en tres tipos diferentes, según su origen:
-El que se comete como acto impulsivo, irracional, sin sentido.
-El producido por odio, xenofobia o razones políticas.
-El que se efectúa por necesidad económica. Por hambre.
Afortunadamente, más allá de las motivaciones, existe un grupo de restauradores oficiales, dependientes del Ministerio de Ambiente y Espacio Público del gobierno de la ciudad de Buenos Aires que se encarga de reparar y restaurar cada obra vandalizada. Se trata del Departamento de Monumentos y Obras de Arte (MOA), que es conocido popularmente como el Hospital de las estatuas, dado que se encarga de proteger, conservar, y resguardar el patrimonio escultórico ubicado en exteriores de la ciudad.
Los restauradores o médicos de estatuas y monumentos trabajan en dos sitios: en una primera instancia, lo hacen en el lugar de los hechos, pero si los daños son de gan magnitud, las piezas son llevadas a la sede oficial del hospital de las estatuas, ubicado en la Plaza Sicilia, dentro de los hermosos bosques del Parque Tres de Febrero, en Palermo.
Allí trabaja un equipo de 25 personas destinado a mantener y reparar los miles de monumentos de Buenos Aires, expertos dedicados full time a una batalla incesante contra el vandalismo, el robo y el paso del tiempo. Este equipo fantástico “atiende” unas 20 obras por semana.
“Podría compararlo con una operación quirúrgica”, dice Jorge Grimaz, el coordinador de operaciones del lugar, quien asimismo agrega que se trata de “un trabajo minucioso pero fascinante y gratificante”. Grimaz sabe muy bien de esto, porque ha pasado los últimos 25 años trabajando en ese lugar.
Así como en cualquier hospital, los “pacientes” del MOA reciben cuidados por parte de estos restauradores sin importar su estatus: “Tratamos a todas las esculturas de la misma manera, independientemente del autor”, dice Grimaz; “ya sea un Botero o un Rodin, porque ninguna pieza es más importante que otra para nosotros. Tienen historia, además de mérito artístico. Cada una tiene su historia, y nos guste o no, es nuestra historia y la de los líderes políticos de hoy en día. Nuestro futuro proviene de esto. Los monumentos llevan nuestra historia e identidad contra la erosión del tiempo”.

El vandalismo contra las estatuas
De acuerdo al elemento constitutivo de cada pieza se da un tipo de vandalismo distinto: las de mármol, por ejemplo, sufren mayormente roturas porque muchos turistas desean llevarse algún “souvenir” de Buenos Aires. Las de bronce, en cambio, se rompen para ser vendidas por el metal, al peso en el menudeo, en las chatarrerías. Por monedas. Por necesidad.

“El hospital de las estatuas se encarga de proteger, conservar, y resguardar el patrimonio escultórico ubicado en exteriores de la ciudad”

Una de las mayores dificultades que encuentra el equipo de restauradores es reemplazar pedazos o piezas enteras de las obras vandalizadas. En estos casos se trata de reproducir el material original con algún sustituto de la misma textura y apariencia, ya sea de bronce, piedra o mármol.
El proceso de restauración varía de acuerdo al tamaño y dificultad del daño encontrado; puede llevar desde algunos días o semanas hasta meses. Muchas veces la reparación solo es posible gracias a fotos antiguas que ilustran las figuras robadas o deterioradas (como la foto del cervatillo robado que ilustra esta nota).
Muchos afirman que el vandalismo solo desaparecerá gracias a la educación. Sin dudas, esa es una excelente razón para combatir los actos de pura irracionalidad, así como los de odio, xenofobia o índole política. Pero los robos de piezas y placas de bronce, provocados por la necesidad y el hambre, solo desaparecerán con mayor prosperidad.

Fotos gentileza
GCBA y el Dr. Juan Antonio Lázara. ¤