Ser Abuelos. Una Misión Oficial

aMuchos matrimonios anhelan llegar a la etapa de la vida conocida como “el nido vacío” (cuando los hijos adultos se van de casa) para amalgamar los planes que quedaron atrás y ya, solos otra vez y sin las presiones de los horarios, ansían poder concretar y disfrutar de una nueva vida (para viajar, escribir libros, abrir un negocio, dar conferencias) y sobre todo, poder re-encontrarse emocionalmente con su pareja de tantos años, en estas circunstancias.
Mas el reloj de estos tiempos nos depara algunas sorpresas. Y es que sin siquiera haberlo pensado, muchos de estos matrimonios (sin el síndrome del nido vacío) se encuentran inmersos en esta nueva tendencia muy contemporánea de “volver a ser padres”. Es más, ya son miembros de este club anónimo (quizá global) que asocia a todos los abuelos en la noble misión de ayudar (¡y cuánto!) a criar, educar y hacer felices a sus nietos.
El Censo Demográfico de Estados Unidos (2010) ha estimado la existencia de 2.7 millones de personas cumpliendo sus labores de “abuelos y abuelas responsables de proveer las necesidades básicas (de acuerdo con la Teoría de Maslow) para con uno o más nietos menores de 18 años”. Es decir que el rol de los abuelos y las abuelas es ya una misión oficialmente reconocida.
Estudios estadísticos consolidan esta loable labor de los abuelos, ya que existe una gran mayoría de jóvenes adultos que se casaron y dejaron el hogar paterno, que eventualmente se divorciaron y después  regresaron al hogar paterno. Esta categoría de padres divorciados aún está  buscando su camino (estabilidad emocional, trabajo y responsabilidad para criar a sus hijos) y en ese devenir surge una diversidad de necesidades básicas para el bienestar del niño (quien, además, tiene que manejar un remolino de emociones derivadas del divorcio de sus padres) las que son suplidas por estos abuelos, quienes abogan por el bienestar general de sus nietos.
Con estos antecedentes, ya vemos un nuevo núcleo familiar (con una nueva estructura e identidad)  integrado  en el seno de la familia: “los abuelos, la madre y la nieta” o “los abuelos, el padre y el nieto”. Existe el vacío de un padre o una madre, ausente y distante, aún afectados por su separación conyugal o divorcio y con todas esas emociones aún tóxicas que interfieren negativamente cuando de asumir la total responsabilidad de padres se trata. En esta realidad y sin haberlo planificado, estos flamantes abuelos “in situ”, vuelven a ser padres otra vez...  Muchos abuelos y abuelas han asumido este rol con la firme actitud de una misión noble y humanística, con una determinación férrea e irreversible y con total responsabilidad para el bien de sus nietos.
Expertos en comportamiento humano aseveran que “los niños que son educados en un matrimonio estable, tienen mejores posibilidades para graduarse, desarrollar su profesión y formar un hogar estable”. Lo contrario también es verdad, ya que “un niño en un ambiente inestable tendrá dificultades en proseguir y concluir su educación y en su adultez, carecerá del interés en crear una familia”. Es decir que este niño no tuvo un  modelo familiar estable y el modelo del divorcio constituye “per se” una posibilidad para su vida de relación futura. La presencia física y emocional de estos abuelitos significa una fuerza motora para revertir cualquier disfunción familiar anterior.
Abuelos y abuelas: nuestra misión está escrita en el corazón y con el ímpetu de nuestro amor, ayudemos a criar y educar a nuestros nietos en un ambiente hogareño estable, donde los valores y las reglas circunscriban su horizonte para su estabilidad emocional y autoestima. Esta relación es especial y constituye el gran legado de los abuelos.
Tradicionalmente, el cuidado total de los niños era una tarea inherente absolutamente a los padres. En esta nueva generación, la participación parcial  o total de los abuelos ya es un mandato tácito, y debemos asumirlo con naturalidad para el bien de nuestros niños.  En algunos estados de este país (Florida, entre otros) la ley ignora todo derecho de los abuelos para con sus nietos. Las escuelas de este país, por ejemplo, se dirigen a los padres para todo tipo de comunicación (reuniones, festivales, etc.), cuando en la realidad, quienes están allí presentes son estos abuelos (¡gauchos!), mientras los padres continúan con sus ocupaciones de nunca terminar.
Recordemos que la ausencia de uno de los padres de nuestro nieto no debe ser un recordatorio negativo y cada domingo (o cuando sea posible) y desde muy tempranito hay que comenzar a programar el encuentro con “él o ella” (aunque sea vía Skype o telefónica) para reforzar la relación con sus progenitores, ya que los padres se divorcian de su pareja y no de sus hijos (las excepciones son escasas).
Yo asumo todas las obligaciones que el ser abuela requiere.  Los chicos de este siglo desarrollan múltiples actividades (escuelas, deportes, instrumentos musicales, arte) y los abuelos debemos compartir estos tiempos. Mi nieta (Kiley, de 6 años) asiste a dos escuelas (estadounidense y argentina), toma clases de piano y natación y todas las tardes yo me doy el tiempo  para acompañarla mientras ella hace sus tareas (en caso de que necesite alguna explicación), sus proyectos, la lectura de sus libros, los viajes a la biblioteca y por supuesto, con una paradita forzosa para tomar un smoothie.
Este lazo afectivo, emocional o paternal va más allá… Los nietos nos inyectan amor, juventud, optimismo, esperanza, sabiduría y mucho humor. Su ingeniosa ingenuidad y la transparencia de sus ocurrencias constituye un bálsamo de alegría que nutre y tonifica cada célula de nuestro ser, de donde saldrá toda la fuerza y el dinamismo que este rol de “padres” a nuestra edad, demanda.
El rol de abuelos en su nueva fase de “paternidad” trae aparejado gastos nunca planificados, la reducción de nuestra libertad, el tiempo personal más limitado y menos compartido. Las expectativas dieron un giro y permanentemente hay que ajustarse al nuevo ritmo familiar, ya que nuestra naturaleza humana siempre está en una disyuntiva forcejeando entre la protección de la vida (propia y ajena) y la realización de nuestra entidad personal para vivir una vida equilibrada. Por ahí nos parece que nuestra energía se acaba… y es tan solo para volver a emerger, quizá, más dinámica que nunca.
Abuelos y abuelas: lo que realmente  importa es que a esta edad aún podemos ofrecer la calidez de un hogar, la integridad de una familia y la plenitud de nuestra vida para la realización personal de nuestros nietos.
A esta edad yo no estoy haciendo lo que tanto había planificado… pero esta realidad tiene sentido con mis principios religiosos (“ama a tu prójimo como a ti misma”) y no la cambio por nada del mundo, porque en esta realidad, la mano de Dios me envolvió en el sacrosanto rol de madre… ¡otra vez! ¤

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