Historia: Las Relaciones Entre La Primera Junta

Juan José Pasocon el Cabildo, la Audiencia, el Virrey y el Tribunal de Cuentas, Montevideo, Paraguay y el Interior
Sabemos que la oposición a la Junta fue, desde el inicio, llevada a cabo por el Cabildo, la Audiencia, el Virrey, el tribunal de Cuentas y por el Obispo Don Benito Lué.
Cuando a principios de junio llegó a Buenos Aires la noticia de la instalación del Consejo de Regencia en Cádiz en reemplazo de la Junta Central de Sevilla, la Audiencia, al recibir la comunicación, pretendió que la Junta Gubernativa procediera al juramento de obediencia y dispusiera lo necesario para la elección de los diputados que serían enviados ante la Corte de Cádiz. Enterada la Junta el 7 de Junio rechazó de plano el reconocimiento del nuevo gobierno español, que para ello había sido elegido sin cumplir las formalidades tales como la previa consulta a los pueblos de América y que la comunicación no había llegado a Buenos Aires por la vía oficial.
El 10 de junio el fiscal de la Audiencia, don Antonio Caspe, fue agredido y derrumbado a sablazos por desconocidos. Para evitar la repetición de dichos incidentes la Junta publicó sus Ordenanzas con indicaciones para mantener el orden de la población. No obstante, la audiencia insistió en su tenaz oposición y luego de jurar ocultamente obediencia al Consejo de Regencia, comunicó a las autoridades del interior que imitaran su actitud. El ex-virrey Cisneros tampoco cesó de hostilizar a la Junta y adhirió su parecer a la Audiencia, y además su casa se había convertido en un activo centro de conspiración.
Ante todo esto, el 22 de junio la Junta citó al fuerte al ex-virrey y a los oidores de la Audiencia, informándoles que debían abandonar el territorio y partir rumbo a las islas Canarias. La orden se cumplió sin demora. El ex-virrey y los oidores Caspe, Villegas, Anzoategui, Velasco y Reyes fueron obligados a embarcarse en la balandra Dart. En el transcurso del viaje quisieron sobornar a la tripulación para que los desembarcaran en algún puerto del Brasil, pero no lo consiguieron y llegaron a Las Palmas el 4 de septiembre.
La Junta designó reemplazantes de los oidores a los doctores Pedro Medrano, Vicente Echeverría, Simón de Cossio y José Darregueira. Anteriormente, el Obispo Lué, anunció su propósito de efectivizar una visita por su diócesis. La Junta no lo autorizó por considerar que las circunstancias no eran propicias. Considerando comprometida su situación, el obispo se trasladó a Montevideo.
A su vez, el Cabildo comunicó a la Junta el 1º de junio, por boca del Síndico Leiva, que había resuelto redactar un nuevo reglamento de gobierno y que si los diputados del interior no se reunían antes de los seis meses, el citado organismo nombraría una nueva Junta.
El cabildo de Córdoba no reconoció a la Junta y quiso pasar a depender de Lima. A su vez, Liniers nucleó un pequeño grupo de leales a España. Pero como no se trataba de cuestiones jurídicas sino políticas, a mediados de junio partió hacia el norte un ejército de 1200 hombres, que debía asegurar la obediencia del interior. Iba comandada por el coronel Francisco Ortiz de Ocampo, secundado por Antonio González Balcarce.
Con respecto a Montevideo, el 31 de mayo el Cabildo montevideano recibió las Comunicaciones de la Junta de Buenos Aires solicitando el reconocimiento y el envío de un diputado.
Al día siguiente, el Cabildo Abierto se reunió y su decisión no fue muy clara: no se desconocía a la Junta, pero se anunciaba que la adhesión de Montevideo se hacía con ciertas limitaciones y que más adelante se nombraría al diputado. Hay que considerar que Montevideo tenía una población cosmopolita pero en su mayor parte compuesta por europeos leales y que era un baluarte militar de incalculable valor y asiento de altos jefes de mar y tierra de Su Majestad. Todos tratarían de impedir que la ciudad se plegara a la revolución. Apenas realizado el Cabildo Abierto llegó a Montevideo un bergantín español que traía noticias -después se supo que eran falsas- sobre la liberación del territorio de la península ibérica. La reacción fue inmediata a favor del Consejo de Regencia y del congelamiento de las relaciones con Buenos Aires.
La Junta de Buenos Aires entonces envió a su Secretario, el hábil Juan José Paso, para disuadir el Cabildo. Luego de hablar casi una hora y de esgrimir sólidos argumentos, fue rebatido por otros asistentes y finalmente la Asamblea decidió no reconocer a la Junta mientras ésta no reconociera a su vez al Consejo de Regencia. De inmediato, las autoridades civiles y militares de la ciudad juraron obediencia al gobierno instalado en la isla León al lado de Cádiz.
Todo esto traería las hostilidades entre Montevideo y Buenos Aires. Pero mientras esas divergencias tenían lugar en junio de 1810, en menos de una semana las ciudades de Maldonado, Colonia del Sacramento, Soriano y Santa Teresa reconocieron a las autoridades de Buenos Aires. Esto expresaba la popularidad de la causa patriota en la campaña y prefiguraba la acogida que tendría la sublevación de José de Artigas contra el baluarte realista de Montevideo.
En cuanto al Paraguay, la primera gestión de la Junta para obtener el reconocimiento del Cabildo de Asunción fue muy poco hábil, constituyendo el segundo error de la misma. En la ciudad había algunos antiguos compañeros universitarios de Castelli y Moreno. La Junta envió a José Espínola a tramitar el reconocimiento del Cabildo. El error consistió en que Espínola, paraguayo de origen, estaba mal conceptuado por sus actuaciones en una administración anterior y además fue imprudente en sus declaraciones.
Mientras tanto, el 7 de junio, San Juan reconoció a la junta, el 25 lo hizo Tucumán y el 29 Santiago del Estero.
El disenso con Montevideo se agravó con la presencia en esa ciudad del brigadier Francisco Javier de Elío con el nombramiento de virrey del Río de la Plata expedido por el Consejo de Regencia.
Por supuesto que la Junta de Buenos Aires rechazó dicha designación.©

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