El Refrán (la soberbia) 15° parte

Miguel E. GarrigaLa soberbia, que deriva del latín superbus, de super igual a sobre, encima, es la estima encimada de sí mismo, hace a quien la sufre considerarse superior a los demás y quiera por ello elevarse por encima de ellos.
Puede originarse en la riqueza. De ahí el refrán: “De rico a soberbio no hay palmo entero”. Con esto se aconseja el buen uso de las riquezas para no caer en el vicio de la vanidad que comúnmente le sigue de cerca.
De la vanidad a la soberbia hay un solo paso, porque es el orgullo inspirado en un alto concepto de los propios méritos y en un vivo deseo de ser admirado y considerado.
Conocida la vanidad por la belleza. Por eso se dice: “Dile que es hermosa y ha de tornarse loca”.
Un tercer origen es la capacidad para hacer algo. Y entonces tenemos: “Dueña que de alto hila, de alto se remira”. Con esto se muestra la presunción y vanidad que tienen algunas mujeres por ser muy hacendosas.
Los efectos de la soberbia son la ostentación, la presunción, la jactancia, la arrogancia, la altanería, la hipocresía y el desprecio y burla de los demás. Así, el soberbio pretende, primero, hacer ostentación de las cualidades que cree tener; segundo que se cree capaz de todo y ésta es la presunción; tercero quiere parecer mejor de lo que es y esto es la hipocresía; cuarto no obedece a sus padres y a sus superiores y quinto desprecia o se burla de sus iguales o de sus inferiores en la escala social.
De todo esto surgieron otros refranes: “Acetádole ha Pedro a la cogujada, que el rabo lleva tuerto”. Ironiza y reprende a los que se jactan de lo que no han hecho.
“Antes que mohatres (1) no te alabes”. O sea que el que intenta engañar a otro, no puede jactarse hasta haberlo conseguido”.
“Pedrada contada, nunca ganada”. Enseña que la jactancia en las cosas regularmente arguye que no son ciertas ni seguras.
En el Eclesiastés encontramos que “el principio de la soberbia del hombre es apóstata de Dios”. Por eso “Al que al cielo escupe, en la cara le cae” que es el duro escarmiento que se recibe por excesiva arrogancia.
“No hay altanería que no amanece caída”. Nos enseña que cuanto más elevada es la posición que tiene una persona tanto más se halla a ser derrocada.
“Vióse el villano en bragas (2) de cerro y el fierro que fierro”. Con este refrán se amonesta la altanería de los que en las alturas de empleos superiores desprecian a los que antes eran sus iguales y compañeros. Cervantes, en el capítulo 50 del Quijote, dice “Vióse el perro en bragas de cerro”.
“Aún no ha salido del cascarón y ya tiene presunción” este refrán se refiere a los mozos sin experiencia que quieren parecer hombres.
El primer pecado de soberbia lo cometió Lucifer cuando se reveló contra Dios.
Más adelante nos encontramos con la construcción de la torre de Babel, con que los descendientes de Noe pretendieron levantarla hasta el cielo, para ser célebre su nombre (loco orgullo).
Encontramos varios proverbios de Salomón sobre la soberbia: “Ante nuestro señor cualquiera que se ensalce será humillado y cualquiera que se humille será ensalzado” “Ciertamente Él escarnecerá a los escarnecedores y a los humildes dará gracia”. “Ciertamente la soberbia concebirá contienda mas con los avisados está la sabiduría”. “Las riquezas de vanidad disminuirán, pero el que recoge con manos laboriosas las aumenta”
“El que escarnece al pobre afrenta a su Hacedor y el que se alegra de la calamidad no quedará sin castigo”... “Dios asolará la casa de los soberbios, pero afirmará la heredad de la viuda”. “Antes del quebrantamiento es la soberbia y antes de la caída la altivez de espíritu.” Y por último: “Escarnecedor es el nombre del soberbio y presuntuoso el que obra en la insolencia de su presunción. “Surge de estos proverbios que la virtud opuesta a la soberbia es la humildad”.
El animal símbolo de la soberbia es el pavo real.
Como siempre ha sido, en la actualidad la soberbia es una forma particular de discapacidad que suele afectar a los gobernantes, directivos, funcionarios, etc., pero también a los porteros, choferes de colectivo, empleados públicos y a casi todos aquellos infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder, o los que creen tenerla.
Pero como dice San Agustín en el sermón 16 de “Tempora”: “Soberbia no es grandeza, sino hinchazón y lo que está hinchado parece grande, pero no está sano”.
René Descartes estableció que “Acontece con frecuencia que aquellos que tienen un espíritu más mezquino son los más arrogantes y soberbios del mismo modo que los ánimos más nobles son los más modestos y humildes”.
Mariano José de Larra afirmó “Generalmente se puede asegurar que no hay nada más terrible en la sociedad que el trato de las personas que se sienten con alguna superioridad sobre sus semejantes”.
Luther considera: “Yo tengo tres malos perros: ingratitud, soberbia y envidia, cuando estos tres perros muerden hacen una profunda herida”
Francisco de Quevedo y Villegas nos dice en “Las cuatro pestes del mundo”: “Más fácil es escribir contra la soberbia que vencerla”.
Diego de Saavedra Fajardo va mucho más lejos al decir: “Más reinos derribó la soberbia que la espada, más príncipes se perdieron por sí mismos que por otros”.
Pero la soberbia puede darse en un mártir según José María Allavarría en “Loyola”: “Cuántas veces el tesón del mártir no suele ser otra cosa que una lacerante forma de la soberbia”
Joaquín Satanti afirma: “Los que mandan como reyes, temen, porque la real benignidad les falta”.
Miguel de Unamuno nos enseña que “No hay soberbia como la soberbia de aquellos que no pueden atribuir a propio mérito sino al azar del nacimiento, las preeminencias de que gozan”.
Para Horacio en “Odas”: “Necio es el que se jacta de su estirpe y de su nombre”.
“El humo se jacta con el aire y la ceniza con la tierra, de ser hermanas del fuego” ironiza Rabindranath Tagore en “Pájaros perdidos” y agrega: “¡Qué vergüenza la de Dios, cuando los prósperos se jactan de su especial beneficio!
En fin, el antídoto para la soberbia es irse solo al campo abierto en una noche estrellada, desnudarse y observar el universo, entonces se comprende que el espectador no vale más que una hormiga.
Y se me termina la tinta así que, mientras van a pavonearse en una peatonal, recuerden “Contritionem praecedit superbia”

(1) Hacer venta fingida con fraude.
(2) Calzones. Ø

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