Esta editorial es una plegaria laica. Para hacernos oír, si es necesario nos arrodillamos con humildad, juntamos las manos frente al pecho, y miramos hacia arriba desde donde supuestamente deben reinar los dioses. O quizás sería mejor invocar a las deidades de la naturaleza, el sol, la luna, la lluvia, la Tierra, o encender una vela a la memoria de nuestros ancestros fallecidos. Lo que sea. Lo que nos preocupa es por demás urgente.
Invocamos a los espíritus de la justicia, el bien común, la concordia, la solidaridad, la calma, la ciencia, la paz… Rogamos que entre todos encontremos la salida a este tiempo de oscuridad y enfrentamiento que hemos estado viviendo durante los últimos años.
Para cuando este número de El Suplemento esté en la calle, Estados Unidos tendrá un nuevo presidente, o quizás la mayoría haya decidido renovar la confianza hacia el actual. Es probable, como sucedió en la pasada elección, que uno de ellos saque millones de votos más que el otro, pero aún así, debido al sistema de Colegio Electoral que tanto hemos cuestionado, será su contrincante -el menos votado- quien se alce con o retenga la presidencia. Puede pasar. Se siente injusto y hasta contradictorio que la gran mayoría del pueblo vote por un candidato y que el perdedor sea quien se alce con la victoria. Pero, hasta que no se cambien las reglas electorales, así es la ley, y guste o no, hay que respetarla.
Lo importante es que tanto las instituciones de la nación como los ciudadanos, e incluyendo, por supuesto, al candidato perdedor, sepan enfrentar con grandeza el período que viene. Y no hay tiempo para perder. Hay que ponerse a trabajar ya.
La pandemia está fuera de control y nuestro país sigue liderando el mundo en cantidad de muertos; debemos poner en funcionamiento un plan urgente para proteger a nuestros ciudadanos y evitar un caos mayor durante el invierno que se avecina.
La crisis de desempleo ha alcanzado límites inusitados, y eso repercute en la vivienda, el consumo, y hasta a nivel emocional.
Los crímenes de odio racial se han disparado en los últimos tiempos, no solamente contra estadounidenses afroamericanos, sino muy particularmente contra los latinos, entre los que los ataques de odio se incrementaron un 52%. Según el FBI, las milicias de supremacistas blancos son el mayor peligro de terrorismo interno; de hecho, el FBI desbarató el mes pasado los planes de una célula de extremistas que intentaba secuestrar a la gobernadora de Michigan e iniciar una guerra civil.
Debemos pacificar el país, recobrar la unidad nacional, enderezar la economía, generar puestos de trabajo con sueldos dignos, cambiar las leyes fiscales para que una enfermera no termine pagando más impuestos que un millonario, terminar con la brutalidad policial en contra de las minorías, controlar la pandemia, e idear un plan de salud universal digno de una potencia mundial. Y esas son nomás algunas de las cuestiones urgentes. Por eso, no hay tiempo para perder. Rogamos, o mejor dicho, exigimos que a partir del 4 de noviembre, los políticos y ciudadanos de ambos lados de la grieta se arremanguen las camisas, acaben con los ataques electorales, y se pongan a trabajar.
Estamos en un pozo. Y para salir de él tenemos que recobrar la civilidad a nivel doméstico y el prestigio a nivel internacional, y volver a poner el interés público por delante de los negociados del 1% del país.
A partir del 4 de noviembre, basta de Twitter, basta de avisos de campaña, basta de teorías conspirativas, basta de violencia verbal y física.
A partir del 4 de noviembre Estados Unidos tiene que comenzar a levantarse y recobrar el terreno perdido frente a otras potencias, y, sobre todo, frente a nosotros mismos.¤