Los Videojuegos y el Cerebro de los Niños y Adolescentes

Los Videojuegos

Durante el verano los niños y adolescentes viven absorbidos por los videojuegos y suspendidos entre la dualidad de la realidad virtual y la vida real, donde los padres buscan una transición. Ya las frases “apaga el teléfono” (tableta o computadora), “lee el libro”, “ven a comer”, o “es hora de dormir” se han convertido en inefectivas letanías del hogar.

Los neurólogos afirman que los niños y los adolescentes aún no tienen la capacidad de discernir entre dejar una actividad placentera por otra menos atractiva, por lo que los padres deben considerar la manera de ayudarles a tomar esa decisión, con firmeza y coherencia. Es menester considerar las consecuencias de estas actividades placenteras interminables, ya que estos videojuegos parecen atrapar su atención en forma constante.
Muchos psicólogos sostienen que ningún niño o adolescente es adicto “per se” a esos juegos, pero los estudios indican que los niños y los adolescentes con ansiedad social y depresión son los más vulnerables, ya que dejan consumir su tiempo y su atención como un mecanismo de compensación –como manera de mitigar su dolor- ya que les resulta difícil dejar de hacerlo y poner un stop.

Como padres nos angustiamos y nos preguntamos qué hacer
Los padres debemos averiguar qué está pasando por su cerebro. “Hay sistemas en nuestro cerebro que conducen a mantener nuestro interés constante y el buscar comida, y comerla hasta el hartazgo es una característica recurrente” sostiene la doctora Nora Volkow, directora del Instituto Nacional del Abuso de Drogas, del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, y que investigó “la similitud entre los efectos del juego compulsivo y el abuso de las drogas.”
“Poner el stop en el medio del juego en que el niño aún no ha satisfecho su nivel de interacción, no es recomendable, ya que eso implicaría una interrupción brusca que generará enojo y eso no es lo que buscamos. No existe ninguna razón intrínseca para que el niño o el adolescente concluyan el juego, a no ser que haya otra experiencia compensatoria en esas circunstancias”, asegura Marc Palaus, doctor en neurociencia cognitiva, quien investigó cientos de estudios sobre el Efecto Neuronal y el Comportamiento durante los video-juegos.
Estudios complementarios aseveran que frente a “la anticipación de saber que jugará un videojuego, el cerebro del niño o adolescente aumenta los niveles de dopamina en un 75%”, según Chris Ferguson, profesor de Psicología de la Universidad Stetson, in DeLand, Florida.

“Los psicólogos sostienen que ningún niño o adolescente es adicto “per se” a esos juegos, pero los estudios indican que los niños y los adolescentes con ansiedad social y depresión son los más vulnerables”

Los fabricantes de estos videojuegos incorporan técnicas de recompensa intermitente que van “in crescendo” y se demora en completarse para atrapar la atención del jugador compulsivo cada vez más y más, ya que no existe un final real o les llevaría horas intentarlo.

La enfermedad del juego
Los investigadores confirman que “el status del jugador es correlativo con el aumento de la dopamina”, o sea, “mientras él gana más, los índices de dificultad aumentan y segrega la mayor cantidad de dopamina”, de acuerdo con Matthías Koepp, profesor de neurología de la Universidad London Queen Square.
Los niños y los adolescentes no tienen aún la capacidad de frenar este torbellino que les roba su atención, y los separa del seno familiar. Según afirman los investigadores del cerebro y sus conexiones neuronales, la corteza prefrontal del cerebro, la parte que controla los impulsos y la toma de las decisiones, no está desarrollada totalmente hasta los 25 años .
La Organización Mundial de la Salud (WHO) advierte a los padres sobre el peligro de que sus hijos desarrollen “el desorden del juego”, un perfil de comportamiento caracterizado por la incapacidad de controlar el tiempo dedicado al juego, aumentando cada vez más, dejando de lado otras actividades e ignorando las consecuencias negativas, como la incomunicación familiar, aislamiento social real, falta de interés por el estudio, o la obesidad.

Más horas de juego, más depresión
Los psicólogos sugieren a los padres estar vigilantes para evaluar esta situación si ellos usan los videojuegos para enfrentar su depresión, stress o ansiedad social.
Estudios recientes demuestran que los adolescentes que jugaron juegos durante 4 horas o más durante el día, a lo largo de 6 ó 7 días de la semana, demostraron síntomas de depresión más acentuada que el grupo de control que jugó menos horas.
La adolescencia es una etapa de vulnerabilidad donde la supervisión de la familia es vital. En la adolescencia se acentúan los desórdenes mentales y en un ambiente de aislamiento social causado por su apego a los videojuegos, estos le servirían de modelo, y si son violentos, le perturbarían su mente, lo que significa un peligro potencial.

“Los fabricantes de estos videojuegos incorporan técnicas de recompensa intermitente, la que va “in crescendo” y se demora en completarse para atrapar la atención del jugador compulsivo cada vez más”

Nunca es demasiado tarde para restituir el código de reglas en su hogar, el cual debe cumplir cada niño y adolescente en forma constante. Y si usted ve que el problema se torna “ingobernable” haga una consulta médica para que lo refieran a un especialista. ¤

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