En nuestra editorial del mes pasado hablábamos de la creciente inequidad social en los Estados Unidos, y de cómo esta situación afecta la calidad de vida de nuestro pueblo. Por eso, no nos sorprenden los resultados de un nuevo estudio publicado hace un par de semanas por el British Medical Journal que analizó la expectativa de vida actual en 18 de los países más desarrollados del planeta.
El estudio divulgó que mientras en naciones como Australia, Japón, Noruega y Dinamarca aumentó la expectativa de vida de sus poblaciones tanto masculina como femenina, en Estados Unidos la misma sigue en caída. Así como con la inequidad social, en este caso también en lugar de avanzar hacia el futuro retrocedemos hacia el pasado.Si sirve de consuelo, Estados Unidos no es el único país afluente en donde la expectativa de vida está cayendo; lo mismo se registra en países como Gran Bretaña, Francia, España e Italia. Sin embargo, nuestro caso es bastante particular. Mientras en los mencionados países el declive más pronunciado se registró en los mayores de 65 años –probablemente algo atribuible a una inusualmente severa temporada de gripe, según los autores del estudio- en Estados Unidos el declive más notable se produjo entre los jóvenes de entre 20 y 39 años. En este caso, se sospecha que la adicción a los opioides, que en el 2016 produjo 115 víctimas fatales, pudo haber jugado un papel preponderante en este segmento de la población.
En ambos casos, declaró Domantas Jasilionis, uno de los científicos del Max Planck Institute for Demographic Research in Germany y autor de la editorial que acompañó a la publicación del estudio, “es sorprendente el hecho de que los sistemas de salud pública modernos en los países con más altos ingresos no han podido hacer frente a estos desafíos inesperados, resultando en la primera reducción de la longevidad humana en décadas, y puede estar indicando problemas más profundos”.
Los científicos encontraron que entre el segmento de los mayores de 65 años, los problemas más comunes fueron las enfermedades respiratorias, cardiovasculares, el mal de Alzheimer y otros desórdenes nerviosos y mentales. La contaminación ambiental en varios de estos países, inclusive el nuestro, juega un papel fundamental en el deterioro de la salud en general y en la profundización de estos problemas recién mencionados.
Si todo esto no alcanza para encender las alarmas y comenzar a cuestionar el estado de nuestro país para provocar radicales cambios inmediatos, el próximo párrafo del estudio da una contundente razón adicional: “Estados Unidos tiene hoy los niveles de expectativa de vida más bajos entre los países desarrollados de altos ingresos; los estadounidenses consiguen pobres calificaciones entre un amplio conjunto de variables, como la edad, estado de salud, y causas de muerte, cuando se los compara con los ciudadanos de esos países”.
La expectativa de vida de los estadounidenses es de 76.4 para los hombres y 81.4 para las mujeres, mientras que en el Reino Unido, por ejemplo, es de 79 y 82.7. Suiza cuenta con la mayor expectativa de vida para los hombres (81.6) y Japón para las mujeres (87.1).
En cuanto a las principales razones de la baja expectativa de vida estadounidense, el estudio cita la “inequidad social, la pobreza y el deterioro de los servicios de salud pública”.
El declive de los grandes imperios del pasado y las grandes naciones del presente se mide en décadas, y en algunos casos, hasta en siglos. Lo importante es reconocer los primeros indicios, y trabajar en el presente para consolidar el futuro de las nuevas generaciones. Parece simple: equidad social, trabajo con salarios justos para todos, y salud pública universal y gratuita para la gente de menores recursos. Sin embargo, es desalentador comprobar que marchamos en el sentido contrario. ¤