Cartas y más Cartas • Noviembre 2016

Wow
Sr. Director:
Con respecto a su Editorial en la edición de octubre, yo diría “wow” por el contenido de la misma. Su información es pobrísima y carece de profundidad; aparentemente, su investigación ha sido “nil” al respecto. Le daré varios ejemplos: Obamacare ha asegurado a más de 14 millones de personas que antes no tuvieron acceso al cuidado médico. La economía ha crecido: el desempleo es de menos del 5%, tras 78 meses consecutivos de crecimiento, y el déficit fiscal que en 2009 fue de 9.6%, en 2015 fue del 2.5%. Terminó la guerra en Afganistán, luchó contra la discriminación racial y sexual, y podría llenar páginas y páginas con sus “accomplishments”.

Cordialmente,
Jorge Monastersky
Laguna Niguel, CA
ES: Estimado Jorge, parece que no leyó bien la editorial o quizás nomás no esté de acuerdo con algunas cosas, pero los números del ObamaCare que publicamos en nuestra pasada editorial provienen de los propios organismos federales. 14 millones es mucha gente... pero representa apenas el 4.34% de la población. Seguimos sosteniendo que el ObamaCare es mejor que nada, pero lo cierto es que al ciudadano común -la mayoría de esos millones que usted menciona- le cubre necesidades básicas, lo que no es poco, pero no, como dijimos, intervenciones medianamente complejas, lo que sería más justo y tal cual ocurre en países avanzados (y otros no tanto) como el nuestro. En relación a la guerra en Afganistán, lamentamos desilusionarlo, pero, según confirmó el secretario de Defensa, Ash Carter, durante el pasado mes de julio, el fin de la guerra en todo Medio Oriente (incluyendo Afganistán) no tiene un final a la vista; de hecho, en zonas como Irak se ha recrudecido y más de 5 mil soldados han vuelto a Bagdad en los últimos meses. Barack Obama, otra vez, ha sido un muy buen presidente. Pero, perdón si con esto le tocamos a un ídolo, fue bastante menos de lo que nosotros esperábamos de él. Y sí, en 50 años se lo recordará como “el primer presidente negro de los Estados Unidos”.
Un abrazo.

(No tan) Perdido en el tiempo
Sr. Director:
El colectivo argentino desapareció como tal, murió y fue sepultado; a los actuales se los llama aun colectivos, pero en realidad, a pesar de mantener los mismos colores y firuletes, son autobuses. El colectivo fue una creación argentina con mucha personalidad. No era un camión ni un autobús, ni siquiera un mini bus, era sencillamente... un colectivo. El colectivero, a pesar de que muchos choferes de autos lo odiaban por tomarse la calle para ellos, era un personaje para admirar. Era humano y solo tenía dos manos, pero parecían mas. Hacía varias tareas simultáneas, como manejar, cobrar, sacar el boleto de la maquinita, contar el dinero y acomodarlo en una cajita, acelerar, frenar, hacer los cambios, mirar todo lo externo e interno por ese gran espejo que tenían arriba, parar en la parada y hasta conversaba muchas veces con esos personajes chamuyadores que se ponían a su lado en la escalerita y que nunca se sabía quiénes eran. No se olvidaban tampoco de eludir las cunetas arrimándose al borde de las esquinas para atravesarlas y estando el colectivo lleno de gente “sarcásticamente” exclamaban, “Corriéndose al interior que hay lugar”. Los actuales mal llamados colectivos, quizás sean más funcionales, pero sin alma ni personalidad. El tiempo, en su afán de progreso, se lleva y desplaza muchas veces las creaciones simpáticas de una época sin duda con más corazón.
Ricardo Salazar
Cerritos, CA
ES: Estimado Ricardo, usted añora los viejos colectivos porque nunca le tocó tomarse El Halcón desde Constitución a Florencio Varela a hora pico… En cambio los nuevos… bah, son iguales, pero más nuevos.

Bendito sea el humor
Sr. Director:
Después de consultar textos bíblicos y representantes de distintas religiones, pedí también una conferencia con Francisco, pero estaba ocupado confesando a Boudou, al que no le encontró pecado alguno, pero por prevención le dio un par de Padre Nuestros y un Ave María, y de paso le mandó la bendición y unos rosarios para algunos amigos en común. Volviendo al tema, luego de una larga investigación, todo apunta a que el Sr. Romero, el misionero cristiano que escribió en la sección de cartas el mes anterior, tiene razón: Jesús pagó la cuenta de la última cena... pero no dejó propina, ni pagó el descorche, recuerden que el vino lo puso él. Esto creó la confusión entre el humorista y el religioso, dos personajes con una misión en la vida: muchos humoristas nos sacan una sonrisa, muchos religiosos nos sacan lo que pueden. Estos dos serán juzgados en su momento; yo apostaría, conociendo a Jesús, que le va a ir mejor a los humoristas. Ya veremos cuando llegue la hora, cuando Jesús ofrezca la cena de su regreso. Creo que el plato va a ser ver a muchos religiosos armar las valijas y salir corriendo.
Mientras tanto “Viva el Humor”, y que Pepe Biondi y Cantinflas lo bendigan.
José Ruben
Woodland Hills, CA
ES: Estimado José…  Amén. ¤

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