San Martín, El león agazapado. 5ª Nota de la independencia

San Martín, El león agazapado

Mientras el Congreso Constituyente de Tucumán deliberaba en esta ciudad, el héroe nacional esperaba ansioso la declaración de la Independencia en su amada Mendoza, en ese momento provincia del Cuyo.
¿Cuáles eran los motivos de esta ansiedad?


En 1816 Don José de San Martín se encontraba ejerciendo el cargo de Gobernador de la Provincia de Cuyo. Pero a su vez estaba formando el glorioso Ejército de los Andes con escasos recursos, ya que el gobierno central de Buenos aires tenía varios frentes de batalla y  no le giraba los recursos necesarios al Gobernador de Cuyo para estos menesteres.
Aparte que el Directorio lo había enviado como comandante del Ejército del Norte y él, estratega natural, se había dado cuenta de que por ahí, por el norte, por el alto Perú, no se iba a resolver la guerra de la Independencia contra los godos; se dio cuenta de que con los gauchos de Güemes alcanzaba para sofrenar el avance español. Él quería primero liberar Chile para luego sí avanzar al Perú, centro del poder español. Su objetivo era cruzar los Andes y atacar al enemigo, pero para llevarlo a cabo debía hacerlo en nombre de un pueblo soberano.
Por el contrario, el Directorio y Rondeau porfiaban en que la guerra había que seguirla en el norte. En cambio, San Martín se había dado cuenta de que esa guerra estaba condenada “a ser permanente, defensiva; defensiva  y nada más”. Se negaba a hacer una tercera expedición al Alto Perú, que sabía de antemano condenada al fracaso.
Excusándose en su delicado estado de salud, en 1814, San Martín pide ser relevado del Ejército del Norte y pide hacerse cargo de la Intendencia de Córdoba y cuando se restablezca, de la gobernación de Cuyo, en donde piensa formar reclutas para apoyar a Balcarce en Chile y anticiparse a una posible invasión española a través de los Andes. El 10 de agosto de 1814, San Martín es nombrado por el Directorio, Gobernador Intendente de la Provincia de Cuyo.
Sus temores eran fundados, ya que ni bien se hace cargo de la gobernación, el gobierno de Perú alentado por las noticias que llegaban de la península y de la reconquista sangrienta llevada a cabo en Venezuela por el General Morillo, invade Chile por el sur. San Martín empieza a recibir a los fugitivos de Rancagua, divididos en facciones rivales: el bando de Carreras, que chocaría con San Martín, y el bando de O'Higgins que al contrario, le fue adicto y fiel.
Comenzó entonces en forma acelerada la formación del ejército de Cuyo, pero no podía poner en marcha su plan de expedición continental como Gobernador Intendente de la región ni como general de un país carente de personalidad política que hasta hace poco tiempo invocaba el nombre de Fernando VII.
Alegando la defensa de Cuyo de una posible invasión militar española, en 1815 el director Álvarez Thomas comienza a enviarle oficiales, tropas, armas y más granaderos para la guarnición de Cuyo; al mismo tiempo San Martín hace prodigios de organización, no solo en la milicia, sino en la economía y gobierno general de la intendencia. Consigo tiene a su esposa Remedios de Escalada, y lo secundaban en la empresa muchos civiles y militares. Nada detiene a San Martín en el logro de recursos para su proyecto de formación del ejército de los Andes, destinado en principio para la defensa, pero con el claro objetivo de liberar Chile y emprender la campaña continental.
El otro motivo de su impaciencia es que no quería ser convocado por el Directorio para luchar contra los caudillos federados del litoral, y temía un enfrentamiento abierto con el Directorio ante esta negativa, lo que desbarataría sus planes.
San Martín se había inclinado por Buenos Aires porque  temía que la tendencia descentralizadora federal pudiera debilitar la acción guerrera en que estaba empeñado.
Pero no quería participar en una guerra fratricida. Estaba impaciente por emprender su empresa y sabía que cuando más se postergara inevitablemente iba a ser convocado a una lucha que era inevitable entre la liga federal y los porteños, pero de la que él no quería participar. Su objetivo era una guerra a gran escala en otras regiones de Sudamérica antes que el rey Fernando enviara ejércitos para la reconquista de sus colonias.
Su ansiedad se trasluce en las cartas que le envía al diputado por el Cuyo, Tomas Godoy Cruz antes que se reúna el Congreso. El 19 de enero escribía: “¡Cuándo empiezan ustedes a reunirse! Por lo más sagrado les suplico hagan cuantos esfuerzos puedan en lo humano para asegurar nuestra suerte. Todas las provincias están en expectación, esperando las decisiones de ese Congreso. Él solo puede cortar las desavenencias que existen en Buenos Aires”.
Una semana después le escribe: “¿Cuándo se juntan y dan principio a sus sesiones? Yo estoy con el mayor cuidado sobre el resultado del Congreso, y con mucho más si no hay una unión íntima de opinión... pues esto me interesa más que todo, como que está ligado al bien general”.
El 24 de febrero le dice en otra carta: “Si en un gobierno constituido, y de un país ilustrado, poblado, artista, agricultor y comerciante, se han tocado en la última guerra con los ingleses (hablo de los americanos del norte) las dificultades de una federación. ¿Qué será de nosotros, que carecemos de aquellas ventajas? Amigo mío, si con todas las provincias y recursos somos débiles: ¿Qué nos sucederá aislada cada una de ellas?”.
Una vez reunido el Congreso, la impaciencia de San Martín no se aplaca y vuelve a escribir a Godoy Cruz: “¿Hasta cuándo esperamos para declarar la independencia? ¿No le parece a usted cosa bien ridícula acuñar moneda, tener pabellón y cocarda nacional y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos? ¿Qué relaciones podremos emprender cuando estamos a pupilo? ”.
Y agrega: “Esté usted seguro de que nadie nos auxiliará en tal situación y, por otra parte, el sistema ganaría un cincuenta por ciento con tal paso. ¡Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas! Veamos claro, mi amigo, si no se hace, el Congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo éste la Soberanía, es una usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir a Fernandito”.
Godoy Cruz le contestó que declarar la Independencia  “No es soplar y hacer botellas”, a lo que San Martín le replica: “Veo lo que usted me dice sobre que el asunto de la Independencia no es soplar y hacer botellas. Yo respondo a usted que mil veces me parece más fácil hacerla que el que haya un solo americano que haga una sola”.
Por unos meses, el león seguirá agazapado a la espera de poder dar el gran salto independizador. ¤

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