Editorial • Febrero 2016

Si nos dejamos llevar por la información publicada en la mayoría de los medios argentinos y hasta los comentarios de café de la gente que repite lo que lee o escucha como si fueran ideas propias, Argentina por fin regresó al mundo. Según esta versión, Argentina estaba desaparecida, era un NN geopolítico, y en un período de tan solo unas semanas, reapareció. Y aquí vamos con la primera de las tres preguntas que formularemos hoy en esta editorial: ¿Qué quiere decir, en este contexto, “regresar al mundo”? Significa, aparentemente, volver a insertarse dentro del concierto de países cuyas políticas socioeconómicas (las “socio” como consecuencia de las económicas) aceptan en mayor o menor medida los parámetros delineados por el establishment económico multinacional.

Un hecho incontestable de que esto es así fue la participación de nuestro país en el Foro Económico Mundial realizado en Davos, Suiza, tras una ausencia de 13 años. “Volvimos a Davos, volvimos al Foro Económico Mundial. Allí mantuvimos reuniones con mandatarios del mundo y ejecutivos de las más grandes compañías del planeta. De estos días vertiginosos hacemos un balance muy positivo en todo sentido”, expresó el presidente argentino Mauricio Macri.
Otra pregunta que deberíamos hacernos es: Si recién ahora “aparecimos”, ¿en dónde estábamos? Y la verdad es que el país no estaba desaparecido, sino recorriendo un camino alternativo, junto a otros socios internacionales, como Venezuela, Brasil, Rusia, o China. De hecho, durante la última década, la Unión Europea siguió siendo uno de los mayores socios comerciales -si no políticos- de nuestro país. Por el contrario, Argentina se distanció de Estados Unidos y generó constantes fricciones con sus pares del Mercosur.
Aclarado esto, hacemos lugar para la tercera pregunta: este reposicionamiento internacional, ¿fue positivo o negativo para el país? Y aquí es cuando la respuesta se vuelve complicada, ya que depende no solo de diferentes enfoques, sino también de la opinión de cada uno de nosotros. A nuestro entender, los resultados han sido mixtos. Al menos desde el discurso, la administración Macri pretende caminar el “middle path” que el presidente asimiló de sus recientes prácticas budistas: abrirle las puertas al establishment económico mundial y recomponer relaciones con Estados Unidos, pero sin entregarse a las relaciones carnales que el país sufrió durante el menemismo.
Las grandes compañías multinacionales “están muy entusiasmadas con el cambio”, agregó Macri. Esto puede ser una buena noticia en caso de que su gobierno sepa y quiera generar las condiciones para atraer inversiones que favorezcan a la economía del país, o una pésima noticia si la apertura de la economía termina beneficiando a las multinacionales y a una minoría de mega empresarios locales y socios del poder de turno.
Sea como sea, para bien o para mal, Argentina abre el 2016 con una nueva visión de futuro. Por aquí nos vamos a tomar hasta fin de año para opinar si esta “reaparición” en el mundo contribuyó a construir un país más justo y próspero para todos sus habitantes, o si significó nada más que un regreso al saqueo de la década del 90. ¤