Pasa el tiempo y algunas cosas nunca cambian. La semana de cierre de El Suplemento produce invariablemente todo tipo de corridas, y con ellas, los más variados efectos colaterales en la salud física, mental y espiritual de nuestro staff: hipertensión en algunos redactores; depresión, cólera y sentimientos de desesperanza en nuestro corrector, elevadísimos niveles de testosterona y cortisol en nuestro director... Los más variados sentimientos de bipolaridad son disparados por notas que llegan tarde, avisos que cambian horas antes de entrar a imprenta, el delivery que trae la comida equivocada, y hasta los aparatos tecnológicos que conspiran apagándose repentinamente y sin causa y hasta borrando archivos que “estaban ahí”.
De vez en cuando hace falta hacer una pausa. “Poné un partido”, sugiere alguien, mientras corregimos los últimos detalles. Están pasando Athletic de Bilbao-Barcelona, por la liga española. A los pocos minutos, penal para el Barsa; patea Messi. “Mirá donde la pone”, dice uno al que mejor ni nombrar. Patea débil y esquinado, la ataja el arquero. “Pecho frío”, murmura otro desde atrás de un escritorio. Y así es con nosotros en esos frenéticos días; se pasa del amor al odio y de vuelta al amor en contados minutos. El estrés causa estragos; las diferencias políticas nos enfrentan; entender que recorremos el mismo camino nos hermana. Un chiste descomprime la situación; un comentario sobre la economía argentina y se pudre todo; un espresso con facturas a la tarde y se acaban las dicotomías y las quejas.
Cada número de El Suplemento es un parto, por lo difícil y por lo bello. Detrás de estas páginas se encuentran el esfuerzo y la creatividad de gente que cree en nuestro proyecto y la confianza de decenas de anunciantes que lo hacen posible. Esperamos que disfruten de nuestro número de septiembre, tanto como nosotros disfrutamos hacerlo. ¤