Dentro de unas semanas se van a cumplir siete años de mi operación. En el 2006 tuve un infarto al corazón y me operaron de cuatro bypass de urgencia. Sobreviví a la intervención y no me quedaron secuelas. Ninguna, más allá de las normales que afectan a los pacientes cardiacos. De hecho, al tercer día de operado caminaba por los pasillos del sanatorio haciendo chistes.
Algunos conocidos lo atribuyen a que me operaron en uno de los mejores centros cardiológicos de Latinoamérica. Para otros fue pura suerte. Y razón no les falta, dado que varios pacientes que fueron intervenidos, en el mismo nosocomio y a la misma hora, no salieron nada bien del quirófano. En estos días, mis familiares se preparan para festejar mi nuevo día de cumpleaños, ya que para ellos recién cumpliré siete años de vida. Para esta época y con el fin de que recuerde que soy paciente de riesgo y no cometa excesos, ellos me recuerdan que el cirujano les contó, tranquilamente y sin dar mayores muestras de emoción, que tuvo mi corazón entre sus manos. Es decir que, literalmente, lo extrajo de mi cuerpo para examinarlo detenidamente.
Realmente no sé si mi buena suerte fue producto del azar, el profesionalismo de los médicos o por los rezos de mis familiares y amigos a la Virgen Desatanudos. De ser cierta esta última afirmación, se relaciona directamente con el nuevo sumo pontífice: el Papa Francisco, quien está produciendo una verdadera conmoción en el ámbito religioso y político de todo el planeta por su carisma, sencillez, humildad y visión evangelizadora. Porque casualmente fue Jorge Bergoglio, el papa Francisco, quien introdujo el culto a la Virgen Desatanudos en la Argentina. En la década del 80, a punto de regresar de un viaje de estudios de Alemania, el papa recogió varias estampitas de la virgen en la Iglesia St. Peter am Perlach, en Augsburgo, Baviera, donde es conocida como Nuestra Señora de Knotenlöserin, o sea la “que desata los nudos”. La imagen de las estampitas que trajo consigo monseñor Bergoglio a Buenos Aires es la copia de un cuadro anónimo del año 1700, que muestra a la Virgen María desatando una madeja de nudos que le acerca un ángel que se encuentra a su izquierda. Esa cinta contiene nudos grandes y chicos, separados y agrupados. Ellos simbolizan tanto el pecado original como otros inconvenientes: nudos de la vida, vallas que afectan la vida personal, familiar y laboral. Al desatar los nudos, la virgen soluciona los problemas e inconvenientes de la vida cotidiana que son recogidos, ahora con forma de una cinta suave, sin problemas, por otro ángel que se ubica a la derecha de la Virgen. La virgen oficia entonces como una solucionadora de dificultades.
Durante muchos años, el padre Bergoglio veneró a la virgen María Desatanudos en la capilla del Rectorado de la Universidad del Salvador. Como algunos fieles que trabajaban con el hoy papa Francisco observaron su especial devoción, fueron difundiendo poco a poco la noticia, hasta que muchos años después, a mediados de 1996, le pidieron al nuevo párroco de la Iglesia de San José del Talar, de Navarro 2460, del barrio de Agronomía, en la ciudad de Buenos Aires, que les permitiera venerar la imagen de esa virgen en su parroquia. Gracias a ellos, el 8 de diciembre de 1996 fue entronizado un cuadro pintado por Ana Betta de Berti, copia del original alemán. Y a partir de ese día, el culto a la Virgen Desatanudos fue incrementándose a pasos agigantados.
Actualmente son miles las personas que se acercan cada mes a la parroquia de Agronomía, y los 8 de diciembre una multitud venera la imagen a quienes los fieles consideran milagrosa, especialmente en cuestiones de enfermedades graves... como intervenciones cardiacas, por ejemplo. ¤