Papa Francisco: Un cura que vale la pena

Francesca y RodolfoA partir del mismo instante en que el Cardenal Jorge Bergoglio fue elegido Sumo Pontífice, se convirtió en el argentino más conocido de la actualidad, y seguramente será el más famoso de la historia.

Su designación tomó a todo el mundo por sorpresa. Y no es para menos: es el primer Papa de América, el primer jesuita y el primer no europeo desde Gregorio III, quien había nacido en Siria (en el siglo VIII).
Dentro del país, la mayoría de la población se alegró por la noticia. En cambio, no sucedió lo mismo con algunos funcionarios, gobernadores, dirigentes sociales y periodistas seguidores del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, quienes inmediatamente se dedicaron a desprestigiar al nuevo Pontífice de una manera indignante, con enojo, resentimiento y furia. Por suerte, fueron más los funcionarios y dirigentes oficialistas que se entusiasmaron sinceramente.
La buena nueva es que al momento de escribir estas líneas las cosas cambiaron radicalmente, y muchos de aquellos compatriotas que en un primer momento difamaron al Papa argentino ahora están desdiciéndose rápidamente, justificando lo injustificable. Seguramente cambiaron de opinión al advertir que Francisco es uno de los líderes mundiales más importantes y su figura se agiganta día a día debido a su personalidad, inteligencia, carisma y sus incontables muestras de sencillez.


Como el contraste del nuevo Pontífice con su predecesor (quien era frío, distante y amante de la solemnidad) es abismal, todo el mundo se hace la misma pregunta:
¿Francisco es realmente así o interpreta un papel?


Para saberlo, consultamos a la periodista Francesca Ambrogetti, quien junto a su colega Sergio Rubin escribieron la única biografía oficial del Cardenal Jorge Bergoglio. El libro se titulaba*: “El Jesuita – Conversaciones con el cardenal Jorge Bergoglio, sj.” ** . Ella lo conoce muy bien porque se estuvo entrevistando con el cardenal Jorge Bergoglio durante casi siete años, en la intimidad y con espíritu crítico.
La idea de escribir la única biografía autorizada de Bergoglio surgió de casualidad durante una conferencia de prensa convocada por la Asociación de Corresponsales Extranjeros en la Argentina que presidía Francesca. Esto ocurrió durante la crisis económica y social que devastó el país en el 2001. Los periodistas extranjeros necesitaban entrevistar a referentes sociales de la sociedad argentina, a fin de comprender lo que sucedía en el país. Como la iglesia era uno de esos referentes, decidieron invitar a Jorge Bergoglio, a quien hacía poco tiempo habían nombrado Cardenal. Francesca contó emocionada que se sorprendió gratamente cuando “llamamos al arzobispado y oh, sorpresa, nos atendió el propio Bergoglio”. Pero esa no fue la única.
La segunda sorpresa fue cuando le preguntaron si iría al lugar de la conferencia de prensa con su propio auto o prefería que lo fueran a buscar con un taxi. El prelado dejó a todos desconcertados al responder: “No tengo auto ni chofer, díganme donde es e iré por mi cuenta”. Al darle la dirección comentó: “Si tomo el colectivo... me bajo en tal lugar y camino unas cuadras...”.
Y la tercera fue cuando se presentó “vestido como un simple sacerdote”.
Según Francesca, “Desde el principio nos impactó a todos por su sencillez y humildad. De no mandarse la parte, a pesar que nos deslumbró por la profundidad de sus respuestas”.
Durante esa conferencia de prensa varios corresponsales extranjeros, desconcertados, le preguntaron si “realmente era un cardenal, porque ninguno de los cardenales que conocían actuaba de forma tan sencilla. Siempre iban con auto, chofer y exhibiendo visiblemente sus atributos”. Fue tal el asombro que le produjo a un corresponsal ruso que no era ni creyente, ni católico, que dijo en voz alta: “Este es un cura que vale la pena”.
En ese momento, Francesca intuyó que Jorge Bergoglio era un iceberg, que había mucho más en ese hombre, porque detrás de su humildad se percibía una gran cultura y conocimiento. En ese momento (2001) Juan Pablo II era el jefe de la iglesia y no se preveía ningún cambio. Curiosamente, lo último que se le preguntó a Bergoglio fue “cuál creía que debería ser el perfil del próximo Papa, que características tendría que tener”. Él simplemente respondió: “un pastor”.


Asombrosamente, hoy siendo el Papa Francisco; posee las mismas características que él mismo había previsto hace más de una década para el próximo líder del catolicismo: un pastor.


Según Francesca, esa fue la última conferencia de prensa que brindó el Cardenal Bergoglio hasta hace unos días, cuando se encontró, ahora como Papa, ante más de 6.000 periodistas de todo el mundo en el aula Paulo VI del Vaticano.
La impresión que le causó Jorge Bergoglio a Francesca fue tan profunda que decidió escribir un libro sobre su vida, impulsada únicamente por el carisma de ese cardenal que acababa de conocer. Fue una iniciativa individual, un salto al vacío, porque ninguna editorial le había encargado ese libro. Una larga y ardua tarea que le llevó siete años de entrevistas. Aun cuando ella jamás pensó que algún día Jorge llegaría a ser Papa, aunque se lo mereciera, porque contaba con todas las condiciones para ese puesto, su principal motivación fue encontrarse con un cardenal totalmente atípico, de una sencillez e inteligencia admirable y una gran cultura que solo aflora con el calor de una conversación, porque él nunca hace alarde de sus conocimientos.
Un día Francesca le entregó una hoja a Bergoglio donde manifestaba su intención de escribir la biografía del cardenal, estipulando que las pruebas de imprenta las iba a corregir él mismo. En un primer momento Francisco la guardó en el bolsillo donde quedó por muchísimo tiempo. Luego se sumó al proyecto el periodista especializado en temas religiosos Sergio Rubín y comenzaron las incontables entrevistas. Ese fue el inicio
Francesca recuerda con alegría que en todas las reuniones, todas, de las muchas que se hicieron, Bergoglio empezaba a hablar de futbol, su deporte favorito, y que cuando finalizaban las entrevistas el actual Papa Francisco siempre les decía “sinceramente, ustedes están perdiendo el tiempo”. Ante esto, los dos periodistas siempre le respondían: “estas entrevistas nos enriquecen, porque nos encanta charlar con usted”.
Durante esos años ninguno de los periodistas sabía si el libro iba a ser publicado y mucho menos que Bergoglio terminaría siendo el Papa Francisco.
Cuando empezaron las entrevistas la única fuente de consulta fue el propio cardenal. Luego de las entrevistas en la sede del Arzobispado de Buenos Aires, las conversaciones se desgrababan y el propio Bergoglio las corregía. “¿Corrigió mucho?”, todo el mundo le pregunta a Francesca. Su respuesta es “Bastante. Algunas cosas que habíamos entendido mal, algunos nombres… pero fundamentalmente hacía correcciones de profesor, de docente. Con mucha gentileza decía: miren, acá se equivocaron. Esto en correcto español se escribe de tal manera…”
Cuando se le solicitaron otros testimonios, Jorge, con mucha gentileza, no respondía. Y esa era un forma elegante de decir que “no”. Por eso él terminó siendo la única fuente para el libro.
Bergoglio respondía sobre todos los temas y con mucha paz. No se negaba a contestar ninguno, y de alguna manera les transmitía su paz a ambos periodistas. Fue un trabajo de muchas horas con él, de armar los capítulos del libro, de ordenar frases sueltas para que tuvieran algo de coherencia.
A partir de que Bergoglio fue designado Papa, a Francesca la llaman periodistas de casi todos los países del mundo, que son tantos que ahora se hace la pregunta inversa “¿De dónde no me llamaron?”
Muchos que leen el libro comentan: “Esto no puede ser, no puede ser un Cardenal tan sencillo, esto es una pose. Es como demasiado, no puede ser tan humilde”. Ante esto, tanto Francesca como Sergio afirman que Bergoglio mantiene la misma coherencia y desde hace muchos años. De hecho, a ellos nunca les permitía que le dijeran Cardenal. Siempre los obligaba a que lo llamaran “Padre Bergoglio”. Y cuando todos les preguntan si Francisco siempre fue así, ellos responden: “Y... sí”.
Luego de entrevistarse con el Papa, Sergio Rubín llamó a Francesca para comentarle eufórico: “Francisco es el mismo Jorge de siempre”. El mismo padre Bergoglio a quien uno se encontraba en el subte, en el colectivo, en la calle en Buenos Aires. Con la misma simpleza, sin impostación, con la cercanía de siempre.
“Y... sí”.

Notas:
* Las siglas "s.j" son las iniciales de "Societatis Jesus", en español: Compañía de Jesús. Decir "Compañía de Jesús" es lo mismo que decir "Jesuitas".
** Debido a la repercusión internacional originada en el carisma de Bergoglio, este libro se reeditó con nueva foto de portada y titulo. Ahora se llama: “El Jesuita – La historia de Francisco, el Papa argentino”. Y ya se sabe que será traducido a varios idiomas.


Cardenal Jorge Bergoglio: Destinado a ser el Papa Francisco más allá de dos tragedias

   Jorge Bergoglio llegó a ser la máxima autoridad religiosa de la Argentina. De acuerdo a su criterio, esto se debió a la casualidad, dado que “todo lo que le pasó le cayó en las manos”.
Habría que ver cuánto hubo de “casualidad” y cuanto de “causalidad”. Para este cronista existió una combinación de ambas.

Casualidad:
En enero de 1929 la familia Bergoglio desembarcó en el puerto de Buenos Aires. Rosa Bergoglio (la abuela preferida y mentora del Papa Francisco) había estado vendiendo todos los bienes de la familia en Italia para empezar una nueva vida en la Argentina. Como esas transacciones se demoraron un par de años más de lo esperado, salvaron sus vidas, porque inicialmente habían comprado pasajes para viajar desde Génova hasta Buenos Aires en el trasatlántico Principessa Mafalda que se hundió frente a las costas del norte de Brasil, el 25 de octubre de 1927, cobrándose casi 800 vidas. Los Bergoglio llegaron sanos y salvos un par de años después en el barco Giulio Cesare. Por obra y gracia del destino, o la mano de Dios.

Causalidad:
A comienzos de este siglo, la figura del cardenal argentino era poco conocida entre los altos dignatarios eclesiásticos del mundo. El 11 de septiembre de 2001 se produjo el atentado a las Torres Gemelas. El por entonces arzobispo de Nueva York, cardenal Edward Egan, se encontraba en el Vaticano participando de un sínodo de obispos, pero se vio obligado a volver a su ciudad para participar de un homenaje a las víctimas del atentado y dio la causalidad que el cardenal Bergoglio tuvo que reemplazarlo como relator general de la asamblea. Lo hizo con una brillantez de tal magnitud que cautivó a todos los asistentes. Muchos opinan que ese fue el punto de partida del reconocimiento y admiración entre sus pares de todo el mundo. Tanto que luego fue el más votado entre los 252 padres de 118 países para integrar el consejo post sinodal en representación de América. En este caso, ante una oportunidad su capacidad intelectual, carisma y sabiduría lograron ser reconocidas por los que a la postre lo eligieron Papa.
Pura causalidad. ¤

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