El verdadero ocaso de la civilización estadounidense

La masacre de Sandy Hook
Otra vez. “Las armas no matan gente; la gente mata gente”, repiten como un mantra los adictos a la pólvora y las balas.
Hace poco, en esta misma editorial proponíamos una corrección:
“Las armas no matan gente; la gente CON ARMAS mata gente” Y mucha.

Es verdad, las armas de fuego no son los únicos instrumentos con que se puede matar, pero sí los más efectivos y los más usados. Un psicópata con un rifle semiautomático, como el hoy tristemente famoso Adam Lanza, puede asesinar a 20 personas en un par de minutos, a distancia, sin despeinarse. Con un hacha, un bate de béisbol o una navaja, por ejemplo, tardaría mucho más, sería mucho más difícil llevar a cabo su plan y sería más fácil reducirlo antes de que cause más daño. De hecho, y tal como se cansaron de repetir los funcionarios de la National Rifle Association y sus empleados en Fox News, un ataque similar ocurrió en una escuela de China, solo que el atacante usó un cuchillo. Y es cierto, hirió a muchos niños. Pero lo que estos muchachos obviaron decir es que no murió ninguno. De haber usado un arma de fuego, quizás hoy China tendría su Sandy Hook.

¿Por qué tanta locura?
Otra vez, la adicción del pueblo estadounidense a las armas es un tema que tratamos hace tan solo un par de meses, tras la masacre en un cine en la pequeña ciudad de Aurora, Colorado. Ahora nos toca despedir el año con la brutal matanza en la escuela Sandy Hook de Newtown, Connecticut, todavía en nuestras gargantas.
20 niños y seis adultos muertos, más el propio atacante, que se suicidó. Más allá de la lógica indignación, la congoja y el horror, ¿qué enseñanzas nos ha dejado esta nueva masacre? ¿Nos ha movido a replantear la forma de encarar y combatir la violencia con armas? ¿A preguntarnos, al menos, por qué? ¿Por qué tanta locura? ¿Cuál es la razón por la que tantos estadounidenses expresan tamaña devoción hacia estas máquinas para matar? ¿Es la influencia de las películas de cine y videojuegos violentos? ¿Es el sistema? ¿Los padres? ¿Es la sociedad que transforma chicos retraídos en soldados de la muerte? ¿La glorificación de las guerras como método para solucionar conflictos? ¿O es que en los rincones más oscuros del ser humano se esconde una fiera agazapada que, dadas las condiciones, se lanza al irracional ataque?
Vivimos en una sociedad marcada por una complejidad extraordinaria, pero con algunos rasgos inequívocos que nos permiten enumerar ciertas generalizaciones. Podemos decir, entonces, y sin temor a ofender a nadie, que este pueblo, que ostenta su religiosidad con tanto fervor, idolatra a los rifles de asalto más que a la Virgen María o al mismísimo “bendito fruto de su vientre”. En nuestro país se venden más balas que Biblias, Coranes y Bhagabad Gitas juntos. Al día siguiente de la masacre de Newtown, se realizó un Gun Show en la ciudad de Fresno, California. El evento, lejos de suspenderse por una cuestión moral o de respeto a las víctimas, congregó más “fieles” que todas las misas de la ciudad.
Nunca antes como en estos días tanta gente salió a clamar por el control de armas. Nunca antes se vendieron tantas. Esta división que desafía toda lógica se hizo patente el pasado sábado 15 de diciembre, cuando el aire olía aún a pólvora y la sangre en Sandy Hook aún teñía los pisos y paredes de la escuela. Cientos de personas se congregaron en la pequeña ciudad para abrazarse, rezar, encender una vela o simplemente juntarse para tratar de encontrarle un sentido a todo esto. Al mismo tiempo, Robert Caselnova, dueño de un negocio de armas localizado a tan solo 10 minutos de la escuela Sandy Hook, reportaba que los rifles estilo AR-15, uno de los que usó el autor de la masacre, se vendieron como pan caliente durante la mañana, tanto que tuvo que ordenar más para satisfacer las demandas de sus clientes. ¿Sorpresa? Para nada. Reportes de vendedores de armas en diferentes estados, desde California a Virginia, coincidieron en que esta tragedia disparó las ventas como nunca antes. Asimismo, Larry Hyatt, dueño de Hyatt Gun Shop, en North Carolina, una de las más grandes tiendas independiente en el ramo, declaraba que una larga fila de clientes esperaba impaciente a que el negocio abra sus puertas para ganarle de mano a lo que muchos consideran una inevitable reforma en las leyes que restringirían el acceso a las armas semiautomáticas. Nunca antes había vendido tanto en un día.

Un negocio redondo
Lo sucedido tras Sandy Hook no es ningún fenómeno aislado; es más, los expertos, basados en la experiencia cercana tras hechos similares, esperaban, otra vez, una reacción así. El día después de la matanza de seis personas en Tucson, Arizona, en donde fue herida la congresista Gabrielle Giffords, la venta de armas creció un 60%. Algo parecido ocurrió en Colorado tras la masacre en el cine de Aurora, en donde la averiguación de antecedentes para la compra de armas saltó a más de 40%.
Pensando mal, se podría insinuar que los fabricantes de armas se frotan las manos cada vez que ocurre un atentado como este.
Pensando mal, se podría insinuar que muchos de los que se lanzan a la compra de armas tras estos hechos lo hacen suponiendo que la averiguación de antecedentes se hará más rigurosa y muchos no calificarían como aptos para poseerlas.
Se calcula que hay cerca de 300 millones de armas en circulación en los Estados Unidos. Sumamos un 5% de la población mundial, y poseemos un 50% de las armas del mundo. Por eso, no sorprende que la Asociación Nacional del Rifle sea uno de los lobbies más poderosos en Washington DC, aportando millones a las campañas de cientos de congresistas, sobre todo republicanos. Sin embargo, tras las pasadas elecciones presidenciales en las que  Mitt Romney contó con un incalculable apoyo por parte de esta entidad, el poder de la NRA se ha debilitado. Tantos millones no sirvieron para nada. Barack Obama demostró que, en definitiva, el pueblo es el lobby más poderoso en el país.
La indignación tras el incidente en Newton fue tal que millones de personas comenzaron a demandar reformas a la ley de control de armamentos.

El comercial de la NRA
La presión popular obligó a la Asociación Nacional del Rifle a dar la cara a través de una insólita conferencia de prensa que, como dijo el alcalde de Los Angeles, Antonio Villarraigosa, “más que una conferencia de prensa fue un comercial de la NRA”. Su vicepresidente ejecutivo, Wayne LaPierre, interrumpido en un par de oportunidades por manifestantes a favor del control de armas, sorprendió a todos al acusar de las matanzas a los videojuegos, a las películas de Hollywood, a la prensa, a los políticos... a todos, menos a las armas en sí. Se esperaba al menos una concesión, una contribución de su parte, tal vez la disposición a entablar conversaciones para determinar qué tipo de armas deberían retirarse del mercado. Pero LaPierre, lejos de recular y mostrarse conciliador y racional, cargó los cartuchos de su micrófono y atrincherándose detrás del atrio de madera se lanzó al ataque. “Seguro”, vaticinó, “que la prensa mañana titulará: ‘La propuesta de la NRA: más armas’”. Y sí: es que, en definitiva, eso es exactamente lo que propuso. Militarizar las escuelas. Que cada uno de los centros educativos cuente con agentes de seguridad armados. Es decir, que la NRA facture más.
La idea de contar con personal armado en las escuelas, considerando las circunstancias, es debatible. Nadie, sin embargo, le pudo recordar que en Columbine había dos agentes armados que nada pudieron hacer para evitar la matanza de 12 estudiantes y un maestro, además de dejar más de 20 heridos. Los asesinos, en este caso dos jóvenes estudiantes de la escuela, no fueron abatidos por nadie más que por ellos mismos. Como se trató de una “conferencia de prensa” sin preguntas, nadie le pudo pedir precisiones sobre con qué tipo de armamento deberían contar los agentes en las escuelas para repeler un ataque con armas de asalto o ametralladoras semiautomáticas capaces de cargar cartuchos de hasta 30 balas, como las usadas en Newtown (¿habrá que estacionar un tanque frente a cada escuela?) Nadie lo pudo corregir cuando habló de los “26 inocentes niños asesinados en Sandy Hook”. Nadie le pudo avisar que en ese mismo momento, en un bucólico camino en las afueras de Geeseytown, Pennsylvania, otro tiroteo acababa con la vida de cuatro personas.

Enmendar la enmienda
Los que se oponen al control de armas citan la bendita Segunda Enmienda a la Constitución, instaurada en 1791 junto al resto de lo que conocemos como “Bill of Rights”.
“A well regulated militia being necessary to the security of a free state, the right of the people to keep and bear arms shall not be infringed.”
Más allá de las interpretaciones a las que la peculiar puntuación de la época permiten llegar, cabe preguntarse al menos qué tipo de armas la enmienda le permite poseer a “the people”; el texto no lo especifica, por lo que, de no existir límites, el plomero de la esquina podría adquirir un cañón, la profesora de baile de acá a la vuelta un mortero antiaéreo y el corrector de El Suplemento una bazuca. Por lo tanto, nos parece que es tiempo de enmendar la enmienda y aclarar los tantos.
Por lo pronto, ¿no podríamos comprometer un poco la segunda enmienda de la Constitución a favor del derecho de los chicos y maestros a concurrir a la escuela sin temor a ser asesinados? Más allá de la NRA y todos aquellos que lucran con la venta de armamento, ¿quién, y bajo qué pretexto, puede oponerse a controles más estrictos para limitar la posesión de armas de guerra o rifles semiautomáticos como los usados en todos estos asesinatos, a las fuerzas policiales y militares? Hoy en día es más fácil comprar un lanzagranadas que una caja de Prozac.
¿Protección? ¿No basta una pistola 9 mm para perforar el cráneo de un ladrón? ¿Caza? “Deporte” repugnante, si me preguntan a mí, pero ¡¿qué clase de monstruo piensan matar con un Bushmaster calibre .223?!

Soluciones ya
Es indudable que la crisis de violencia que vive el país no se soluciona solo con el control de armas. Un delincuente, un psicópata en plan de dar rienda suelta a su locura podrá quebrar una y mil leyes. Hace falta además un cambio cultural, operaciones de inteligencia, atención médica a jóvenes y adultos con problemas de salud mental y emocional, atención a veteranos de guerra con traumas o desórdenes post traumáticos, hay que dejar de justificar la tortura, de glorificar a los justicieros cool de Hollywood, reevaluar los lazos familiares perdidos y la responsabilidad de los padres y el estado en el cuidado de los chicos a todo nivel. Hay que revisar y cambiar, como dijimos, la averiguación de antecedentes para los compradores de armas, ya que las leyes actuales les permiten a los vendedores tratar directamente con los interesados en los famosos gun shows y a través del internet para pasar por alto los controles.
La mayoría de las encuestas realizadas a fines de diciembre, como la de la CNN, indican que más del 70% de la población, incluyendo republicanos y hasta miembros de la NRA, considera que es necesario revisar las leyes de control de armas.
Si las medidas que se tomen se limitan al control de armas, masacres como las de Sandy Hook se van a repetir. Pero si no se hace, ninguna otra medida va a resultar suficiente. ¤

  thegauchos

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