Todo bien, ¿o querés que te cuente?

Llega fin de año y como es normal en esta época, es tiempo de balances. Por lo general, se evalúa lo sucedido desde el 1 de enero pasado cuando comenzó el año y todos estábamos colmados de grandes y maravillosas expectativas. Generalmente es un examen bastante sencillo de realizar en el ámbito personal porque es factible reducirlo a dos preguntas básicas: ¿Qué hicimos? y ¿Cómo estamos? Cada uno puede responder ambas preguntas sin mayores inconvenientes.

Quizás hemos aprendido demasiado de nuestros políticos y nunca nos hacemos las preguntas clave: ¿Cuáles fueron nuestros sueños, esperanzas y promesas del 31 de diciembre? y ¿Cuáles logramos concretar?
Pero ¿qué sucede cuando intentamos hacer un balance a nivel país? Esto es mucho más difícil y virtualmente imposible de responder; primero por las creencias y perspectivas individuales, y luego por la enorme cantidad de factores a considerar que la mayoría de las veces son complejos, desconocidos y confusos, dado que hay variables técnicas y legales que no son del todo comprensibles para el común de los mortales. No obstante, vale la pena ese ejercicio intelectual para intentar comprender dónde estamos parados.
Para unos pocos elegidos, la Argentina está de maravilla. Como siempre, hay un grupo exclusivo, minúsculo, perteneciente a una élite que se ubica al tope de la pirámide social, al cual solo la afectan unos pocos problemas, mayormente de salud y del corazón (traducido: relaciones sentimentales). Por todo lo demás, viven “de diez”, sin sobresaltos y aumentando su patrimonio económico incesantemente. Son los pocos que todavía tienen dólares constantes y sonantes que les permiten invertir en propiedades, empresas, negocios, acciones, bonos, o lo que sea.
Inmediatamente debajo de ellos se encuentra una clase media acomodada, cada vez más reducida y estigmatizada por los funcionarios de turno que no tiene motivos reales para quejarse porque viven realmente bien. Probablemente, estos sean aquellos a los que “les preocupa más lo que sucede en Miami que en San Juan” (jefe de ministros Juan Manuel Abal Medina dixit).
Varios escalones más abajo se ubica la tradicional clase media argentina, la típica, la que últimamente pudo comprar auto nuevo, televisores, aire acondicionado y algunos chiches tecnológicos, que vive con permanentes sobresaltos porque día a día ve mermar su poder adquisitivo por un desmedido impuesto a las ganancias, incluso de salarios bajos, y también por culpa de la fantasmagórica inflación, que si bien “oficialmente” no existe… es bastante real.
Algunos opositores afirman que padecemos la cuarta mayor inflación del mundo después de las de Sudán, Sudán del Sur y Bielorrusia, aunque este dato habría que tomarlo con reservas, dado que en la Argentina casi todos vivimos mucho mejor que en cualquiera de esos países. No existe el mínimo punto de comparación.
Y por último, ¿cómo llamarla? Hay una enorme clase baja, marginada, explotada y desposeída, tan pobres de toda pobreza que reciben planes sociales, asistenciales y todo tipo de ayuda gubernamental para lograr subsistir, aunque a duras penas. Son los “pobres endémicos” que, hay que destacar, no creó este gobierno ni el anterior, porque están en esa situación desde siempre.
Habría que destacar que esta pirámide social no es exclusiva de la Argentina, ya que se puede observar en todos los países del mundo. En vista de esta dura realidad pareciera que es casi imposible hacer algo al respecto, ya que todo indica que la estratificación social es inherente a la humanidad. En los registros históricos no hay constancia de que haya sobrevivido una sociedad absolutamente igualitaria, ni siquiera en las utopías socialistas.
¿Y cómo se presenta el futuro del país? A primera vista, algo complicado para la mayoría. Pero no para todos.
A nivel personal, los extranjeros o argentinos que viven en el exterior tienen enormes posibilidades comerciales en la Argentina, siempre y cuando tengan dólares que pudieran ingresar legalmente al país y sin cambiarlos en las ventanillas de Ezeiza, ya que los negocios se presentan exclusivamente a los que poseen billetes, de los verdes. En mano.
Un ejemplo sencillo: a pesar de la catarata de anuncios y propaganda oficial, las propiedades siguen cotizándose en la moneda estadounidense. Siempre fue el tradicional refugio de valor patrimonial de todos y lo más probable es que continúe siéndolo. Hace unos días, un escribano describía cruelmente la situación del mercado inmobiliario. “Está todo parado porque nadie se quiere desprender de los dólares y nadie vende en pesos”. Todos corren detrás de los billetes verdes que son imposibles de conseguir al cambio oficial.
A nivel general, lo más destacable es que en el 2013 habrá cruciales elecciones nacionales y provinciales de legisladores. La única de gobernador será en la Provincia de Corrientes.
El año que viene, la Argentina tendrá una elección histórica, en la que los ciudadanos decidirán si se mantiene el sistema vigente de alternancias o decidirá que la presidenta pueda habitar la Casa Rosada por muchos años, hasta que lo desee, ya que, a la fecha, no existe un solo candidato opositor que pueda enfrentarla con posibilidades.


Adquiere la mayor importancia la renovación de bancas del Congreso Nacional, porque allí se decidirá el futuro del país, dado que si el oficialismo logra obtener la mayoría de las bancas podrá modificar la Constitución Nacional, a fin de permitir la re-reelección indefinida de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner a fin de concretar el sueño de una “Cristina eterna”, como ya manifestaron algunos voceros oficialistas.


Nadie puede asegurar qué será lo mejor para el bien común: nuevo presidente o “Cristina eterna”. Lo que sí está confirmado es que la pirámide social se mantendrá sin demasiadas modificaciones, con algunos pocos cambios en la cima y muchos en la base. Y, además, que este 31 de diciembre todos volverán a soñar con un 2013 venturoso, lleno de éxitos, dicha y felicidad.
Y la rueda sigue girando. ¤

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