UNA BUENA FAMILIA
En un pueblo muy pequeño, murió un intelectual famoso y, después de un tiempo, el grupo de amigas de la viuda insistió en que ella debía casarse de nuevo.
Dado lo pequeño del pueblo, el único candidato era el plomero. Aunque renuente y acostumbrada a vivir con un estudioso, la viuda aceptó.
Se celebró el matrimonio y el viernes por la noche, el nuevo marido le dijo a la ex viuda: “Mi madre siempre dijo que antes del comienzo del sábado es importante tener sexo para empezar un buen fin de semana”. Y lo hicieron.
En la tarde, después de haber tenido un buen día, él dijo: “Según mi padre, es importante tener sexo antes de cenar”. Y lo hicieron de nuevo.
Una vez en la cama para dormir, él dijo: “Mi abuelo dijo que siempre se debe tener sexo en la noche del sábado”. Y lo hicieron otra vez... y al despertar en la mañana del domingo él le dijo:
“Mi tía dice que nadie puede ir a misa sin antes tener buen sexo”. Y lo hicieron una vez más.
Ese domingo, la ex viuda fue al mercado y se encontró con una amiga que le preguntó:
- ¿Y qué tal tu nuevo marido?
- Bueno... mirá, intelectual, intelectual, realmente no es... ¡Pero viene de una familia maravillosa!
Cae una señora con el hijo a lo del médico y el médico le pregunta:
- ¿Qué le pasa a su hijo?
- No sé, pregúntele a él.
El médico se agacha a la altura de los ojos del chico y le pregunta:
- ¿Qué te pasa?
- ¡Truco!
- ¿Cómo te llamas?
- ¡Truco!
- ¿Cómo se llama tu mamá?
- ¡Truco!
- ¡Quiero retruco!
- ¡Quiero vale cuatro!
Entonces la madre le pregunta:
- ¿Qué cree usted que tiene, doctor?
- Y... por la mirada torcida, el entrecejo fruncido y el tono de la voz... ¡para mí que tiene el ancho de espadas y el de basto!
LA SUEGRA
Jorge se fue de vacaciones con gran parte de la familia a Europa y Medio Oriente. A mitad de la gira, cuando estaban visitando Jerusalén tuvo la mala suerte de que se muriera su suegra. Ya con el certificado de defunción, fue al consulado argentino en Jerusalén para iniciar los trámites de repatriación de los restos. Lo primero que hizo el Cónsul fue advertirle a Jorge:
- “Mire caballero, los gastos de repatriación son bastante caros y complicados. La tasa de este servicio le va a costar al menos unos 25 mil dólares. Lo que la gente acostumbra a hacer en estos casos, es no repatriar los restos y enterrar a las personas aquí en el cementerio local, donde los costos no llegan ni a 100 dólares. Jorge pensó un momento y respondió:
- “Le agradezco la oferta, señor Cónsul pero no importan los costos, prefiero llevar los restos de mi suegra de retorno a mi país.”
- “Usted debe haber querido mucho a la señora, ya que es apreciable la diferencia de dinero que hay entre sólo 100 dólares y 25 mil dólares!”
- “No, no... Para nada”, contestó Jorge, “Sólo que conozco de un caso de hace algunos años en que alguien murió acá, en Jerusalén y resucitó al tercer día.... Y yo, definitivamente, ¡no quiero correr ese riesgo!” ¤