Los días 6 y 7 de octubre del mes pasado fui invitado a participar de la “Primera Jornada: “Memoria, Educación e Investigación del Holocausto” que se llevó a cabo en el Auditorio Manuel Belgrano, ubicado en el edificio de la Cancillería. Fue una actividad organizada por el Ministerio de Educación de la Nación, el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto y el Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación, en el marco del Capítulo Argentino del Grupo de Trabajo para la Cooperación Internacional, y con la participación de DAIA, AMIA, Generaciones de la Shoá en la Argentina, Sherit Hapleitá, Museo del Holocausto de Buenos Aires, B’nai B’rith Argentina, Nuevos Derechos del Hombre, CONSUDEC, Confraternidad Argentina Judeo Cristiana, Centro Simón Wiesenthal y COORDIEP.
El día 7 tuve la oportunidad de estar en el taller “Un faro para la humanidad: justos y salvadores durante la Shoá/Holocausto” coordinado por la Lic. Diana Wang. En el mismo se relató la historia de los justos entre las naciones, es decir, de las personas que arriesgaron sus vidas durante la Segunda Guerra Mundial dándoles refugio, alimento y protección a las familias judías que escapaban de las hordas nazis y de los campos de exterminio.
Fue realmente conmovedor escuchar el testimonio de una sobreviviente polaca que actualmente vive en la Argentina. A los 5 años de edad fue acogida por varias familias católicas que le dieron protección y refugio durante varios años durante la guerra en situaciones altamente riesgosas, porque la tuvieron que ocultar de familiares, vecinos y conocidos, además de los antisemitas y nazis. Todos los que protegieron a esa niña sabían que si eran descubiertos serían asesinados de inmediato. La pobre niña tuvo que mudarse varias veces, porque cuando era vista por alguien debía huir de inmediato.
Muchos de los participantes del taller y de la jornada no somos judíos. Y reflexionando sobre lo escuchado, pensamos si, estando en esa situación, habríamos tenido tanta valentía como para arriesgar la propia vida y la de nuestras familias protegiendo a personas desconocidas y en las circunstancias más peligrosas, porque en esos momentos las tropas de Hitler dominaban casi toda Europa y se presentaban como invencibles.
Luego de participar de ese taller hay una pregunta que me hago reiteradamente: ¿Yo habría sido capaz de tener tanta valentía protegiendo a las personas que escapan por sus vidas? Si bien eso “era lo que había que hacer”, ¿yo lo habría hecho? Esta pregunta es algo que me perturba y mucho. Porque sinceramente yo mismo desconozco la respuesta.
Generaciones de la Shoa en la Argentina es una asociación que nuclea a sobrevivientes del Holocausto, sus hijos, nietos, familiares y a todos aquellos a quienes el tema interesa y compromete. Sus miembros han redactado un manifiesto en honor a las personas que demostraron que, aun en los momentos más difíciles, siempre hay personas que se destacan por su humanidad. Y por lo tanto es algo que merece ser difundido.
EL LEGADO DE LOS SALVADORES
“Durante la Shoá -Holocausto-, en la Europa ocupada por los nazis, yo ayudé a que algunos judíos salvaran sus vidas. Lo hice en situación de riesgo personal y contraviniendo las leyes vigentes que culpaban a los judíos de todo el mal y alentaban su persecución, hostigamiento, detención y asesinato. Sabía que si me descubrían, correría el mismo destino que los perseguidos. Reaccioné casi sin pensar y como pude frente al sufrimiento, la humillación, la injusticia y el asesinato. No era gente acusada por algo que hubieran hecho, sino por el hecho de haber nacido. Eran perseguidos por causas que no comprendían, sin poder defenderse ni proteger a sus hijos. Me fue imposible permanecer indiferente. Aunque no eran de mi familia, aunque no eran amigos, aunque a algunos ni siquiera los conocía, no podía seguir viviendo mi propia vida sin tender mi mano. Aunque tal vez pensaban distinto, creían distinto, hablaban distinto, tenían apariencias físicas distintas, esas diferencias no me ocultaban que eran personas como yo. Por el contrario, en esas diferencias me reconocí a mí mismo, porque sabía que, mirado desde su posición, el diferente era yo. Lo humano es diverso y las diferencias entre individuos y entre grupos, son parte de nuestra humanidad. Lo que le hacen a otras personas es como si me lo hicieran a mí. Lo que sucede alrededor mío es en parte mi propia responsabilidad. Vencí la tentación de resignarme a la idea de que no se puede hacer nada. Y no estuve solo. Aunque no fueron muchos, otros como yo lo probaron con su conducta: siempre se puede hacer algo.
Por supuesto que tuve miedo. Por supuesto que las cosas no fueron fáciles. Por supuesto que en muchos momentos vivía el terror de lo que podría pasarme y añoraba mi perdida comodidad. Pero no era momento de lamentos, ni añoranzas ni fragilidades. Había que responder con urgencia frente al horror que me rodeaba. Conseguir escondites posibles, buenos documentos falsos, suficiente comida, dinero, remedios, resolver las enfermedades y problemas que surgían a cada paso, convencer a otra gente para que ayudara, ocultar mi conducta ante vecinos, amigos, conocidos y parientes que podían denunciarme. Tuve que mentir, sobornar, y mantener, al mismo tiempo, el simulacro de una vida normal para no despertar sospechas. Sabía que me podían descubrir. Extremé los cuidados y tuve la suerte que otros no tuvieron, de tener éxito en la salvación de algunas personas y en no haber sido descubierto.
Lo que hice estaba expresamente prohibido. Cometí el delito de desobedecer las leyes con conciente y firme convicción. Frente a lo que la ley me imponía, elegí lo que consideré legítimo, lo que creía que estaba Bien. Una ley que aliente el Mal me resulta inaceptable. Aunque la propaganda insistía en que no se trataba de personas, que eran enemigos, que debían desaparecer por el bien de la sociedad, no podía dejar de ver en cada uno a una persona como yo, con el mismo derecho a vivir que tenía yo. Hay preceptos morales que son superiores a cualquier ley, son los que nos guían y que trataré de transmitir a mis hijos para que éstos a su vez se los transmitan a los suyos. El Bien es para mi una idea clara y sencilla, que puede resumirse en "ama a tu prójimo como a ti mismo". Y veo como prójimo a todo ser humano, piense como piense, crea en lo que crea, hable como hable, tenga el aspecto que tenga.
Este es mi legado. Es lo que me han enseñado. Es también lo que he aprendido. Lo que hice no tiene ningún mérito ni requiere un reconocimiento particular. Era lo que había que hacer”.
Escrito en español. Leído y entregado en el Encuentro Internacional "De Cara al Futuro", en Buenos Aires, Argentina, noviembre 2004. ©