Editorial • Noviembre 2009

Hay meses en los que, al menos a nivel noticioso, no pasa nada. En casos así, los periódicos y noticieros de TV reeditan temas viejos o poco trascendentes, o tienen que salir a hablar de banalidades, como la pelea entre dos vedettes, o entre una vedette y un productor televisivo, o en el peor de los casos sacarle lustre a algún muerto viviente. Octubre, sin embargo, fue un mes vertiginoso en lo que a noticias se refiere. Para bien o para mal, no faltaron temas de tapa.
A nosotros nos ha resultado difícil llegar a un acuerdo a la hora de encontrar el hecho destacado del mes de octubre, debido a la cantidad de temas que propusimos desarrollar en nuestra revista.
La primera idea que surgió fue hablar de lo que llamamos “La Argentina desbocada”; pocas veces como ahora tantos personajes públicos de distintos estratos se han “ido de boca” con declaraciones beligerantes, obscenas y agraviantes. Algunos de ellos son representantes políticos recién elegidos por su pueblo o incluso funcionarios públicos.
Pero este asunto pierde relevancia a partir del fallecimiento de Mercedes Sosa, quizás la más grande entre las cantantes argentinas de todos los tiempos, un hecho que fue destacado alrededor del mundo y que nosotros cubrimos en las páginas de esta revista.
El otro tema que nos propusimos destacar es la entrega del Premio Nobel de la Paz al presidente estadounidense Barack Obama, algo que generó polémica alrededor del mundo, incluyendo los Estados Unidos. El mayor cuestionamiento giró en torno a que Obama está al frente de la maquinaria militar más grande del planeta, las tropas que él comanda todavía intervienen activamente en el Medio Oriente con trágicas consecuencias, y, sobre todo, aún no ha hecho nada al respecto, más allá de proclamar sus intenciones de trabajar por el desarme nuclear y la diplomacia como manera de solucionar conflictos. Y aquí, creemos, está la clave de la elección del Comité que otorga el Premio Nobel: por primera vez en décadas, buena parte del mundo realmente cree que Obama puede liderar el cambio en la política militar estadounidense y hacer de éste un mundo más seguro para todos. Es decir, es un Premio “a futuro”, un incentivo para que concrete en hechos sus declaraciones a favor de la paz y los derechos humanos. Resta ver si Obama se inclina por apuntalar sus ideas asumiendo la responsabilidad que le da su Premio, o si cede a las demandas de la industria militar y los poderosos intereses que la sustentan. ©