HISTORIA: Federación o no federación: Esa es la cuestión

Federación o no federación: Esa es la cuestión

9ª. Nota de la Independencia

Federación o Centralismo. Esa parecer ser la cuestión que preocupaba a los diputados del Congreso de Tucumán que procuraban sentar las bases mediante una constitución para la naciente nación que con el transcursos del tiempo sería la Nación Argentina que en 1816 se encontraba en estado embrionario.

Pero mientras en Tucumán se debatían ideas, el federalismo tenía amplia desventaja. En Buenos Aires se seguía hipotecando el bien general de esta parte del mundo, la Capital seguía luchando por sus intereses egoístas y en la campaña bonaerense los estancieros terratenientes solo atendían sus asuntos. En el interior de la provincia de Buenos Aires, estos estancieros (entre los que se encontraba Juan Manuel de Rosas) se desentendieron de las guerras de la independencia y su único objetivo fue agrandar sus latifundios en una guerra contra el indio y la pampa, añorando para sus adentros, el orden colonial, y soñando con  restaurarlo.

Ventajas del Federalismo.
   Si bien en nuestro siglo XXI la idea del federalismo y su impronta democrática están comprendidas y aceptadas, hace dos siglos atrás no era claro qué implicaba. No había modelos a seguir, y el federalismo de los Estados Unidos de Norteamérica estaba en proceso de construcción. Se armaba paso a paso, en armonía y cooperación entre estados.
   En cambio, en Latinoamérica el proceso fue muy distinto; los centralismos porteños no querían ceder su poder y privilegios, constituyéndose en los continuadores de la tradición colonial. En nuestros territorios el centralismo pasó de ser  “causa” de la revolución a ser “conspirador” de la misma. La formación del estado nacional fue acompañado de un proceso para restar competencia y atribuciones a las intendencias absorbidas por el poder central. El federalismo se impuso  en medio de guerras civiles, fundado en la necesidad histórica derivada de los procesos de construcción nacional, de la formación de estados y de la consolidación del poder estatal, de la conquista de los territorios hacia el interior y de la fijación de fronteras hacia el exterior.
   ¿Se puede hacer una definición del federalismo para ver si era ventajoso adoptarlo en 1816? No, porque no hubo ni hay un modelo único. Sería un contrasentido, la esencia del federalismo está en la creación de instituciones y procesos que permitan alcanzar una unidad política que acomode y aumente la diversidad durante la solución de los problemas de los pueblos que la integran. El federalismo ofrecía y sigue ofreciendo solución y respuesta a problemas de las divisiones sociales y políticas.
   El objeto de reconciliar unidad con diversidad podían ser idealistas, pero era una realidad inevitable. Las naciones como autoridades soberanas y unitarias no podían gobernar con eficiencia a las sociedades complejas y diversas. Se requería sistemas flexibles y dinámicos de gobierno. Se suponía que el federalismo podía conciliar intereses, valores, preferencias diversas que son inherentes a la sociedad. Su función es la de integrar objetivos sociales diversos.
   Para que un estado sea federal, en su sistema político los elementos estructurales de decisión del Estado (ejecutivo, legislativo y judicial) tiene que estar presentes en los dos niveles de gobierno, federal y estatal, y su existencia tiene que estar garantizada por una constitución y no puede ser allanada por la intervención de alguno de los niveles.
   Otra definición del federalismo califica a este sistema como una forma de organización política en la cual las funciones y ámbitos de tareas se reparten de tal manera entre los estados miembros y el Estado central, que cada nivel estatal pueda tomar decisiones políticas en varios ámbitos estatales.
   El único modelo a seguir en el siglo XIX era el estadounidense, quienes inspirados en Montesquieu, dictaron su constitución, que se conformaba de dos componentes principales: el presidencialismo y la división horizontal entre administración del congreso y la suprema corte.
Pero la forma de federación ofrecida al pueblo norteamericano era novedosa tanto en la teoría como en la práctica política. En la historia no se conocía ningún otro ejemplo de república confederada que obligara a los estados miembros por medio de un poder legislativo común que pueda imponerse a los individuos de dichos estados. En la actualidad es más común hablar de estados federales, y los gobiernos federales tal como los conocemos actualmente fueron una invención de la convención que redactó la constitución norteamericana. Según Alexis de Tocqueville, el esquema federal establecido en Filadelfia debería considerarse un importante descubrimiento de la ciencia política moderna.

Artigas, otra vez Artigas
En nuestras tierras, quien quiso imitar el sistema norteamericano para formar una Liga Federal fue Artigas, pero fue duramente combatido por la unitaria Buenos Aires. El lema que Artigas proclamaba de un federalismo como principio organizativo y de la descentralización política que proponía para legislar entre provincias y pueblos iguales fue desoído por las clases dirigentes. El paradigma de participación política de todos los individuos como ciudadanos, de todas las colectividades y pueblos americanos, solo fue asumido como compromiso por las clases marginadas y humildes.
   En el pensamiento de Artigas los estados provinciales debían transformarse y reorganizarse con el fin de garantizar la más amplia autonomía a los diferentes grupos que vivían en el país. Artigas sabía que el camino hacia el federalismo sería largo y trabajoso, y tenía que recorrer muchas etapas. Afirmaba que la regionalización y la autonomía son factores claves para la organización y transformación de los pueblos. De ahí que el federalismo para el héroe oriental solo podía ser auténtico y revolucionario cuando sus estructuras políticas y sociales cambiaran totalmente. La revolución federalista aboliría la concepción estatista de la sociedad y habría de dividir y distribuir poder procediendo siempre de manera racional y humanitaria. Para alcanzar una auténtica autonomía era preciso eliminar el control gubernamental y mantener solo uno de carácter jurisdiccional como un control de legalidad y no de otro tipo (económico, político, etc.).
   Cada colectividad debía tener el derecho a proclamarse existente, a autodelimitarse, elaborando sus propios estatutos en los límites de la constitución general. El principio de autoorganización debía proporcionar la vigencia de unos estatutos específicos adaptados a las particularidades y necesidades de cada región.
   Con ojos actuales diríamos que la transferencia del poder político del Estado centralizado a las comunidades y regiones autónomas, supone un reforzamiento de la democracia y un debilitamiento paralelo del poder concentrado, la solución al problema del subdesarrollo regional y la participación de la ciudadanía en la dirección y gestión de los asuntos públicos.
   Todo esto era enmarcado en un principio de unidad y cooperación. Sin estos principios, una sociedad de grupos autónomos sería anárquica y atomizada. Autonomía no quiere decir autarquía e individualismo. Se complementa con la cooperación y la acción coordinada y global, todos dependemos de todos. Autonomía no significa soberanía, sino libertad limitada por la necesidad que las personas y las comunidades tienen de los demás.
   Esto que estaba claro en el pensamiento de Artigas, solo era representado y compartido en el Congreso de Tucumán por los diputados cordobeses, y las provincias que formaban la Liga Federal no habían podido ni querido presentar sus diputados ante la intransigencia de Buenos Aires. Los diputados de Córdoba serían los primeros en abandonar el Congreso de Tucumán, ni bien se conoció la idea de trasladarlo a Buenos Aires. La mesa estaría entonces servida para la constitución unitaria. ¤

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