La relación medico-paciente en un país del tercer mundo

La relación medico-paciente en un país del tercer mundoLos enfermos casi nunca reflexionan sobre la enorme importancia que tiene el médico que los atiende en el proceso de curación, que es mucho más significativo de lo que generalmente se cree. Esto es para tener muy en cuenta especialmente en países “subdesarrollados” o del “Tercer Mundo”, como la Argentina, donde los médicos no gozan de la situación económica y prestigio social de antaño. Por eso actualmente deben atender a sus pacientes en condiciones que distan mucho de ser las ideales.
Para eliminar todo tipo de suspicacias respecto a la terminología empleada anteriormente es conveniente recordar que Sebastián Campanario, economista y periodista del diario Clarín, escribió al respecto:“Una de las mejores operaciones de marketing de la historia tuvo lugar 20 años atrás, cuando la Corporación Financiera Internacional (CFI) acuñó el término "mercados emergentes" para referirse a los países en desarrollo. Hasta entonces, "Tercer Mundo" no era, hay que reconocerlo, una marca que atrajera demasiado a los inversores internacionales”.
Como “emergentes” es sólo una palabra inventada para atraer inversores, no hay que olvidar que, en los hechos, muchos países como Argentina siguen siendo del Tercer Mundo. Y cuando se trata de asistencia médica eso puede ser muy peligroso.
La importancia del médico en el proceso de curación
Vladímir Béjterev (1857-1927) fue un eminente neurólogo ruso que en 1907 fundó el Instituto Psiconeurológico en la ciudad de San Petersburgo. En ese centro médico se dedicó a estudiar los procesos del pensamiento humano durante años. Luego de estudiar profundamente el trato que los profesionales de la salud brindaban a los enfermos, llegó a la siguiente conclusión: “Si el enfermo después de la conversación con el médico no experimenta un alivio inmediato, quiere decir que no se encuentra frente a un verdadero médico”.
Pero eso no es algo nuevo. Se sabe que desde los tiempos más remotos, cuando no se tenía la menor idea de la medicina científica, siempre se recomendaba a las personas dedicadas al arte de curar enfermos que “debían ser atentos y delicados con sus pacientes”, y que, fundamentalmente, “tenían que cuidar sus palabras y además protegerlos de las influencias nocivas de las opiniones de terceros”.
En la antigua India, las leyes hindúes de los brahmanes prohibían a los médicos hablar al enfermo sobre “la posibilidad de que su enfermedad fuera incurable o que estuviera a punto de morir”. Además les exigían a los sanadores que “cuando atendieran a sus pacientes se abstuvieran de toda clase de manifestaciones de cólera, odio, astucia o codicia”.
Los médicos rusos conocían los beneficiosos efectos que produce una buena atención médica, y por eso decían que cuando un enfermo era bien atendido por su doctor empezaba la “curación psíquica”, que era el primer paso hacia la “curación física”.
El profesor G. Zajarin, en los comienzos del siglo XX recalcaba permanentemente a sus alumnos que si querían tener éxito en la curación de sus pacientes “debían siempre animar al enfermo, darle esperanzas de restablecimiento e incluso de una pronta mejoría”. Porque “los enfermos graves ya se encontraban, con raras excepciones, con un estado anímico depresivo, mirando el futuro sombríamente y con pocas esperanzas”.
Como las antiguas leyes de los brahmanes, Zajarin también aseguraba que “poner en conocimiento del enfermo todos los temores que sufre el médico es siempre una equivocación y a veces hasta un crimen”.
Por su parte, el profesor V. Béjterev a fines del siglo XIX les recomendaba lo siguiente a los médicos que no conocían o no querían admitir la importancia de la sugestión: “todos saben que una palabra consoladora del médico puede tener una acción saludable, casi mágica, como a su vez las palabras frías y desprovistas de calor humano de un diagnóstico pueden acarrear perjuicios fatales, literalmente, sobre el enfermo”.
El estado emocional del médico desempeña un papel vital en la cura del enfermo. En el proceso de contacto entre ambos durante la consulta se crea un complejo conjunto de conexiones reflejo-condicionadas que pueden originar un mejoramiento o un empeoramiento de la salud del paciente.
Sergei Botkin fue una eminencia de la medicina rusa. Gracias a su fama de curar enfermedades, el pueblo lo llamaba "el Doctor Maravilloso". Y él solía decirle a los enfermos: "Dios los encomendó a mis cuidados, y soy responsable ante El por su salud". Al mismo tiempo, a sus jóvenes colegas les infundía la idea de que "Hay que amar al enfermo, y si ustedes no lo aman, dejen que lo cure otro médico".
Muchas veces la curación de un paciente depende de la misma construcción de la frase con la cual se le comunica su estado de salud. Es muy diferente decirle al enfermo: “Esté tranquilo que con su salud vivirá aun muchos años” que decirle: “Usted morirá dentro de treinta años”. Es conveniente que los médicos también sepan callar, porque no siempre se le puede decir al enfermo todo lo que le pasa. No es casualidad que los romanos llamaran a la medicina “el arte de callar” (ars muta).
También es muy importante instruir al personal que trabaja en los centros médicos sobre este tema. Porque suele suceder que una palabra pronunciada sin reflexionar por una mujer de limpieza o por una enfermera puede causar perjuicios irreparables en los enfermos que las escuchan.
Situación de los médicos en la Argentina
Para conocer de primera mano la opinión de los profesionales del arte de curar se transcriben algunas opiniones vertidas en un foro médico titulado “Ser médico en la Argentina”, donde los doctores manifestaron abiertamente su situación profesional que, como se podrá observar, parece ser muy delicada y algo preocupante para los pacientes:
-Lamentablemente está todo tan desvalorizado que uno deja de lado toda la vocación que aprendió en la facultad por tratar de subsistir, argentina es un país que todos amamos pero vivir aquí es cada vez mas difícil siendo médico... Amo la medicina, pero el estrés que me implican las guardias constantes me llevan a descuidar hasta mi propia salud; todo esto me lleva a pensar en emigrar hacia otros horizontes en busca de mejores expectativas- Dr. Federico C.
- Tengo 50 años y 23 de médico. Soy tocoginecólogo en un hospital de la Provincia de Buenos Aires, único especialista de guardia para partos, cesáreas, raspados, abdómenes agudos, consultas de guardia, etc. En un servicio que hace 10 años tenía 20 profesionales, ahora sólo somos 7 con el triple de trabajo, los ocho (sic) somos hipertensos, gastríticos, etc. ¿Hasta cuándo vamos a seguir así, sin que a las autoridades de salud les importe un bledo?- Dr. Juan T.
- Soy pediatra desde hace ya 25 años; amo mi especialidad, sin embargo cada vez siento mas agotamiento. El constante esfuerzo y la remuneración cada día menos redituable hacen que uno se harte de dar y dar. Pero finalmente vuelvo a elegir mi especialidad e intento poner todo mi cariño y mis conocimientos al servicio de los chicos.- Dra María Teresa G.
- Yo trabajo en una institución pública y nadie nos da un reconocimiento, solo nos exigen trabajar pero no se preocupan en la salud de nosotros como médicos y al estrés que estamos sometidos todos los días.- Dra. Martha Patricia S.
- Soy especialista en clínica médica y terapia intensiva, y para dar un ejemplo de lo poco que se valora nuestra profesión, daré un ejemplo: en una clínica privada tuvimos un joven con neumonía grave que requirió ARM (Asistencia Respiratoria Mecánica ) por 3 días y otros 4 días de internación en sala de cuidados generales. Fue visto por cuatro médicos y su obra social paga un bono por día de internación de un valor de 12 pesos (dividido por cuatro profesionales). En ese mismo momento el perro de mis hijos requirió internación por un problema respiratorio; permaneció 3 días en una veterinaria amiga, y dicha internación me costó 400 pesos. Sin palabras. - Dr. José Maria M.
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